Entrevista con Olga Pericet. Bailaora de Flamenco

 

Entrevista
con

OLGA PERICET,
Premio Pilar López de
la Villa de Madrid.

“Me
encanta el número 13 y la petenera”

por Manuel Moraga

Como una hormiguita va labrando su camino,
sembrando trabajo y recogiendo aplausos, que se
traducen en más obras, más galas
y, nuevamente, en más aplausos. Olga Pericet
está subida en la espiral vertiginosa del
crecimiento profesional. Su teléfono no
para de sonar, tiene la agenda llena de fechas
y la mente plena de proyectos. No hace ruido pero
está… Siempre está: Festival de
Londres, Sala Pradillo, Bienal de Sevilla, el
Corral de la Morería… Ahora se prepara
para el Festival de Jerez. Es difícil seguir
los pasos a esta cordobesa afincada en Madrid,
ciudad donde su trabajo no pasa desapercibido.
El Ayuntamiento le acaba de distinguir con el
Premio Pilar López a la Mejor Intérprete
de Danza de los Premios Villa de Madrid por su
trayectoria en 2005.

“Olga Pericet,
El Roto y Fernando Delgado, premios Villa de Madrid”
decía El País ¡vaya titular!

No me lo creía. La verdad es que el premio
me ha venido en un momento bastante importante
emocionalmente, porque vivo actualmente con una
cierta presión y un cierto vértigo:
hemos hecho tres cosas de creación seguidas
y ahora estamos montando otra para el Festival
de Jerez… Estaba un poco baja de tono y
cuando me llamaron para decírmelo ni me
lo creía. Doy las gracias al Ayuntamiento
de Madrid y bienvenido sea. Está bien que
se reconozca la trayectoria y en 2005 la verdad
es que no paré.

Compartes premios nada
menos que con El Roto, toda una institución
en la historia del humor gráfico español;
el escritor y periodista Fernando Delgado, el
cineasta Santiago Tabernero; el académico
Manuel Fernández Álvarez; o el cantautor
Javier Ruibal… Que tu nombre esté
junto a gente tan importante y que lleva toda
la vida trabajando es muy significativo.

Sí, ya te digo que todavía no me
lo creo. La verdad es que desde que llegué
a Madrid no he hecho otra cosa que trabajar y
arriesgarme. En 2005 hice nada menos que seis
estrenos: estuve con el Nuevo Ballet, con Rafaela
Carrasco, me fui a Francia… Terminé
el año que un poco más y me encierran.

“En todos los
sitios intento darlo todo, pero la actitud y la
forma de expresarte es distinta”

¿Tienes vínculos
con los Pericet?

Sí, son familia segunda. Sus padres y mi
abuelo eran primos. Yo ni lo sabía, pero
mi abuelo sí me dijo que tenía unos
primos que eran bailarines: “los que salen
en los ballets de las películas antiguas”
me decía mi abuelo. Me encontré
a uno en un concurso de sevillanas de escuela
bolera en La Carlota.


Olga Pericet (foto: Carlos Belen)

Pero tu inclinación
por la danza no tiene que ver con ese apellido…

No. Me viene de casualidad. En mi casa son buenos
aficionados al flamenco, sobre todo mi abuelo
que ha escuchado mucho cante y ha estado en fiestas
importantes con Manolo Caracol y otros grandes
cantaores. Pero nadie de mi familia se dedica
ni a la danza ni al flamenco.

¿Cómo
fue esa casualidad, entonces?

Yo lo veía en la televisión y me
gustaba. También en casa eran dados a la
fiesta y me llevaban de pequeña a recitales
de cante. El flamenco me gustaba. Entonces decidí
empezar con lo típico, con las sevillanas
y ahí ya vi que eso era mi vida. Desde
entonces me lancé a todo.

¿De qué
edad me estás hablando?

Tenía nueve años. Me apuntaron a
una academia y en esos primeros estudios me di
cuenta de que esa era mi vida. Fui a desarrollarme
a Sevilla, donde estuve dos años. Terminé
mis estudios en el Conservatorio porque decidí
hacer la carrera de danza y, en paralelo, llevar
mi experiencia y mi trabajo de flamenco, porque
no uno nunca una cosa con la otra. Creo que el
flamenco y la danza son disciplinas diferentes
y a mí me gusta todo tipo de baile. Después
decidí venir a Madrid. En principio mi
sueño era entrar en el Ballet Nacional,
pero luego me di cuenta de que el flamenco me
tiraba mucho.

“Cuando ocurren
esas cosas mágicas en el escenario me quedo
como en una soledad que sólo yo la entiendo”

¿Y ahora? ¿Te
gustaría estar en la compañía
estatal?

No porque he tomado otra carrera diferente. Ahora
tengo mi propia compañía y también
trabajo sola. Hago lo que quiero y puedo salpicar
entre la danza contemporánea y el flamenco,
y eso me gusta porque me hace sentirme libre y
no encasillarme en ningún sitio.

¿El flamenco
te permite expresar todo o le encuentras alguna
carencia?

El flamenco me permite expresar todo. Lo que ocurre
es que la forma de hacerlo es diferente a otra
disciplina donde también puedo expresar
todo, pero de una forma distinta.

¿No te limita
el flamenco?

No. El flamenco es muy grande.

¿Dónde
te sientes más a gusto bailando, en un
tablao como el Corral de la Morería, donde
has estado muy recientemente, o en un espacio
alternativo como la Sala Pradillo, por ejemplo?

En los dos sitios. Son situaciones diferentes
y la mente está en una actitud distinta.
Incluso puedo ir más lejos: depende de
qué en tablao trabajes, así te muestras.
Depende del lugar, del tipo de público
e incluso del tipo de escenario. En todos los
sitios intento darlo todo, pero la actitud y la
forma de expresarte es distinta.

Pero entre bailar en
un tablao y bailar en una obra que se representa
en un teatro habrá otras diferencias, por
ejemplo, en la preparación.

Claro, porque en un tablao es improvisación,
entre comillas. Te sale más en el momento.
Es un flamenco instantáneo: depende de
cómo te canten, depende de dónde
salgas… Vas toreando. Es como una corrida.
En una sala existen ese tipo de circunstancias
pero en base a algo más teatral, donde
existe una preparación previa, con una
entrada, una salida, un concepto, una historia.

¿Qué
sueles pensar cuando bailas?¿En qué
te concentras?

En nada. Eso es curioso porque me pasó
una anécdota muy graciosa. Estaba con mis
compañeros en el camerino y les decía
¿en qué pensáis vosotros
cuando bailáis? Unos me decían que
pensaban en determinadas cosas y yo les decía
¿si? Pues yo no pienso en nada, me voy
totalmente, y cuando ocurren esas cosas mágicas
en el escenario me quedo como en una soledad que
sólo yo la entiendo. Bueno, pues ese mismo
día, de pensar en esa conversación
no di ni una. Así que no pienso en nada:
intento irme a mi templo y pensar sólo
en lo que está sucediendo en el momento.
En el flamenco, además, hay una vibración
por parte de guitarra, cante, compás y
baile y necesita una concentración especial.
Es una unión maravillosa.

“Creo mucho
en el destino (…)Aunque uno tome decisiones
y tenga que trabajar, todos tenemos que pasar
por un caminito”

¿Te influye
la guitarra y el cante en tu forma de bailar?

Claro, ahí se juntan tres artistas y son
tres formas de expresar el arte en una. Y todo
en directo. Se produce una unión maravillosa.
Por eso creo que la gente es tan receptiva al
flamenco porque es algo que se crea en el momento
y sale de un quejío, de una escala

¿Qué
voces te ponen más?

Prefiero cantaor a cantaora y después,
depende para qué tipo de cante, pero en
general me gusta el quejío ronco tipo Agujetas
o Rancapino… Se me ponen lo pelos de punta.

¿Baile de pellizco,
del momento concreto, o prefieres el baile dentro
de una obra completa, estructurada?

Me quedo con las dos cosas. Me gusta tanto estar
en un tablao como en un teatro, me gusta tener
la posibilidad de no estar a una sola cosa. Incluso
tampoco me gusta sentir siempre lo mismo. Tengo
la suerte de poder cambiar de disciplina y lo
necesito porque me da una posibilidad de expresión
diferente: me siento como un pececillo en el agua,
porque técnicamente me encanta hacer danza,
me suaviza mucho y me hace expresar otro tipo
de puntos que no llego con el flamenco…
No es que el flamenco me limite, sino que es diferente.
Es como si vas a ver ópera o vas a ver
flamenco.

Comenzaste con la Compañía
de Rafael Amargo y has pasado por varias Compañías
más… ¿Por qué decides
saltar sola a la piscina?

Porque con Rafael siempre he estado en la piscina
yo sola. Entonces me dije que para estar yo sola
aquí y estar con el nombre de él,
prefería irme porque lo necesitaba; no
me ponían impedimento ninguno y de esa
forma trabajaría para mí. Además,
no me podía atar y necesitaba desarrollar
ya mi expresión.


Olga Pericet (foto: Carlos Belen)

“Tengo que
dar mucho todavía. Necesito dar mucho.
En ese momento estoy de peligro”

Cuando uno nada en
soledad es consciente de que en el momento en
que deje de mover los brazos se hunde ¿No
te da cierto vértigo?

Me da vértigo todo: empezar una obra, empezar
un baile… ¿Por dónde terminaré?
Siempre se crean un montón de dudas. Pero
al final siempre salgo. Además, a pesar
de llevar mi carrera en solitario nunca estoy
sola. Siempre estoy muy bien acompañada
y lo prefiero así porque de esta forma
no me aburro y nunca me quedo estancada. Y cuando
creo que estoy cayendo en eso es cuando en realidad
creo que me estoy hundiendo. No lo consiento.
Me rodeo de gente muy buena.

Te lo decía
también porque cuando uno es parte de la
tropa se deja llevar: ya se encarga alguien de
buscar trabajo y uno baila donde y cuando le dicen.
Sin embargo, al dar el salto las responsabilidades
se multiplican.

Sí, y a veces esto te agota. Cuando me
pasan este tipo de cosas me lanzo bastante y me
dejo llevar para ver a dónde me lleva mi
destino. Creo mucho en el destino.

¿Por qué?
¿Crees que ya está predeterminado
o te lo tienes que buscar tú?

Te lo tienes que currar tú, desde luego,
pero siempre hay una serie de líneas…
No sé, a mí me han sucedido coincidencias,
por ejemplo de cruzarte con una persona y a lo
largo del tiempo volvértela a encontrar…
Esas circunstancias no sé si son casualidades.
Aunque uno tome decisiones y tenga que trabajar,
todos tenemos que pasar por un caminito.

Tu generación
es mucho de bailar en solitario. Aunque os juntéis
dos o tres bailaores en escena nunca es el formato
clásico de Compañía, que
cada vez se ve menos ¿Dónde va quedando
el oficio de coreógrafo?

Tienes razón y es una pena porque ya no
se ven los grandes ballets como antes. Quizá
sea por el desarrollo del baile y también
por la poca ayuda económica que tenemos.
Desgraciadamente, cuando haces un formato más
grande –eso me ha pasado a mí- no
hay cabida en los teatros, no te programan, a
no ser que tengas un nombre muy gordo y comercialmente
llenes un teatro. Si no es así, los programadores
españoles no se atreven a llamarte. Te
salen fechas, pero no todas las que quisieras
y entonces es muy difícil de mantener.
Este es un país de nombres. La gente se
muevo sólo por los grandes nombres.

¿Qué
os une a tu generación? ¿Qué
os diferencia de otras?

No creo que nos diferenciemos tanto de otras generaciones,
no nosotros ni la gente que está saliendo
ahora. El arte es el mismo. El flamenco es el
flamenco y la danza es la danza. La preocupación
es la misma y creo que todo está inventado.
A nosotros nos gusta trabajar en grupo. Esa puede
ser una característica nuestra, que además
de esa carrera en solitario de la que hablábamos
antes, nosotros nos unimos para hacer proyectos.
Eso es difícil porque veo a la gente cada
vez más separada y luchando por su nombre.
A nosotros nos gusta trabajar juntos. Nos gusta
tener algo en común, estar “En Clave”.
Y quizá nos diferencia el haber nacido
ahora.

Observo también
que en ocasiones elaboráis trabajos en
torno a un cierto contenido o mensaje, que ya
no es simplemente bailar por soleá. No
hace mucho hacías “Chanta la mui”
con Marcos Flóres y Daniel Doña.
En ese mismo escenario de la Sala Pradillo de
Madrid y en esa misma programación Manuel
Liñán hacía “1980”…

Depende de qué obra sea. “Cámara
negra” que hice con Manuel Liñán
pretende rescatar palos y desarrollarlos a nuestra
forma, como una declaración de intenciones
propia, una especie de “somos esto”.
Pero no deja de ser flamenco, a no ser que tengas
una idea nueva de espacio, de coreografía,
de forma de entrar el cante… Lo que nos
puede diferenciar en ese sentido es nuestra forma
de hacerle, pero no en otra cosa. En otra vertiente
hice “Carta de amor” como coreógrafa
donde sí había un argumento, y en
“Chanta la mui” decidimos no contar
una historia, pero sí argumentar nuestro
sentimiento y nuestra forma de expresar lo que
nos preocupaba en ese momento. No es un argumento
en sí, pero sí plasmamos emociones
con un concepto. Por ejemplo, yo me metí
en los toros directamente porque utilicé
mucho el arte plástico y visual. En lo
poco o lo mucho que he hecho hasta ahora siempre
busco eso y creo que es un sello en mí
cuando pongo algo en escena para teatro. La danza
es de por sí un arte plástico, pero
me gusta utilizar además cosas visuales.
En eso el flamenco sí que está más
limitado porque tiene unas reglas, pero en la
danza contemporánea todo vale, entre comillas,
y te permite desarrollar más ese algo.


Olga Pericet con Marco Flores y Daniel Doña
en 'Chanta la mui' (foto: Carlos Belen)

Hablando de flamenco
y danza contemporánea ¿Cómo
ves que un experto en paella se ponga a hacer
crítica gastronómica de una fabada,
por ejemplo?

Que hay que ver lo que se está comiendo.
Si es paella, paella y si es fabada pues fabada.
No se pueden mezclar las cosas. De hecho yo no
las mezclo y cuando las fusiono no hago ni una
cosa ni otra, sino que hago lo que me sale a mí
dentro del concepto de lo que vaya a hacer. Pero
es curioso que a “Chanta la mui” han
venido a verlo puristas y lo entendían
y no veían que estaba ultrajando ni mezclando
ni nada porque no estaba viendo una soleá,
sino un conjunto de cosas donde el sentimiento
era flamenco y donde la pureza era la raíz
de lo que se hace. Además siempre he dicho
que el flamenco es el flamenco y otra cosa es
otra cosa.

¿En qué
momento estás: estás abrumada por
el trabajo que tienes, estás intentando
relajarte, estás peleando por conseguir
más…?

Estoy en un momento donde creo que tengo que tirarme
de cabeza a la piscina. Estoy en el bordillo.

¿Todavía?
Si, en realidad siempre se está así…
Ahora estoy recogiendo el fruto de mi carrera
de coreógrafa, y de bailaora necesito estar
más ahí. Siempre se necesita estar
más ahí porque parece que siempre
tienes que estar demostrando. Ojalá que
salgan muchas cosas. De momento tengo mucha suerte
por hacer mi propio trabajo y por estar cada vez
más integrada. Estoy en momento de recoger
pero también tengo que dar mucho todavía.
Necesito dar mucho. En ese momento estoy de peligro.

“Soy bailaora
de fondo”

A largo plazo ¿qué
te gustaría contar y qué te gustaría
que dijeran que has contado?

Me gustaría no dejar de contar y que me
permitieran contarlo. Ese sería mi sueño.
El otro día estaba leyendo las memorias
de Antonio el bailarín y decía que
se retiró a una cierta edad y fue a ver
a Vicente Escudero con mucha ilusión, pero
cuando salió le pidió a Dios que
no le permitiera hacer eso, que supiera retirarse
a tiempo. Mi sueño en un futuro sería
siempre contar lo que pueda, permitirme el lujo
de estar siempre trabajando en lo que quiero,
retirarme a tiempo y nunca dejar de ser artista.

Hay quien se sube al
escenario y no se mueve porque no puede, pero
dice que eso es “arte”.

Bueno, si se tiene arte no hace falta ni que te
muevas y, sobre todo, si se tiene un respeto en
el escenario de años tampoco hace falta
porque cuesta mucho mantenerse ahí. Eso
es arte y suerte y merece un aplauso infinito.

Ya… ¿Os
cuesta haceros un hueco a la gente de vuestra
generación?

Mucho, primero porque somos muchos. Después
porque vamos todos en solitario y además,
los que están ahí son muy jóvenes
todavía, de modo que es muy difícil
que quepan más nombres ahí. Yo no
he tenido la suerte de que las cosas me vengan
rodadas. Lo que tengo es a base de currármelo
e ir demostrándolo muy poco a poco. No
he sido en ese sentido una mujer con suerte. No
he tenido la suerte de que de pequeña me
vieran y me lo pusieran fácil. No. Incluso
el que me vean y el trabajar ha sido por pesada.
Yo soy bailaora de fondo. No he tenido la suerte
de presentarme a algo y ¡hala, ya está!
Lo mío ha sido cuestión de mucho
trabajo, de mucha constancia. Por eso cuando me
preguntas en qué momento estoy no sé
muy bien que decir porque no me atrevo ni a hablar.
Por eso creo que me encanta el número 13
y la petenera. La constancia es lo que más
me ha resultado.

¿El flamenco
da para vivir o sólo para vegetar?

Te respondo con una reflexión que me hizo
el otro día Blanca del Rey: los artistas
no podemos poner ningún negocio porque
cuando hacemos arte no paramos de necesitar cosas;
queremos darlo todo y estaríamos constantemente
perdiendo dinero. Yo creo que en el flamenco se
gana lo justo pero más bien se vegeta,
al menos en este momento de mi vida. Pero también
hay flamencos que también lo ganan muy
bien. Insisto: esta es una carrera de fondo.

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