Ana María Ramírez, “La Yiya” – Entrevista

La Yiya

La Yiya

Entrevista: Silvia Cruz Lapeña
Foto portada: Rafael Manjavacas

Entrevista a Ana María Ramírez, “La Yiya” , nuevo disco “Morisca”

“Las peñas y los festivales maltratan a la cantera flamenca”

Antes de empezar a trabajar en su disco, Ana María Ramírez llevaba cinco años sin cantar disfrutando de una maternidad que lleva tatuada en el antebrazo derecho y que es el motivo por el que, asegura, se levanta cada día. “Mis tres hijos son la razón por la que me retiré del cante para disfrutarlos y ahora son el motor que me empuja a trabajar y salir cada día a la calle”. Volvió, adoptó el nombre de La Yiya en honor de su abuelo al que llamaban Yiyi y se propuso cumplir la promesa que se había hecho a sí misma de publicar un disco antes de cumplir los 30. El resultado es Morisca (La Droguería Music, 2014), que coge el nombre del gentilicio de los oriundos de La Puebla de Cazalla.

Hay mucho de La Puebla y de esa maternidad a la que Ana María alude en las letras de Morisca, unas letras dibujadas por Manuel Velázquez siguiendo la biografía de Ana María y el estilo de otro morisco ilustre, Francisco Moreno Galván. “Pa’que quiero más tesoro que los tres niños que tengo”, dice la letra de sus bulerías o “De la rama de un árbol, se harán tres cunas, que tendrán de almohada seda y espuma”, dice la nana que Ramírez destaca como su tema preferido. “Manuel Velázquez me vio cantar en Sevilla y me dijo que el día que grabara un disco, él me escribiría las letras. Se sentó conmigo, me pregunto cosas de mi vida, me hizo que le contara anécdotas, que le hablara de mis sentimientos y salieron estas canciones que son preciosas”, explica Ana María a Deflamenco.com.

Una vida intensa 

Quizás parte de la belleza de los quejíos y las palabras que acoge este disco proceda de la intensa vida de Ana María que empezó a gestar este disco con su pareja, el guitarrista Miguel Ángel Carrillo, que murió antes de poder hacerlo realidad. “Era un proyecto de los dos y de pronto, me quedé sola. Fue muy duro y por eso, en parte, se quedó parado. Cuando me puse de nuevo con él, fue difícil pero la ayuda del guitarrista que me acompaña, Antonio García, y el apoyo incondicional del productor Chemi López, fueron fundamentales para que pudiera sacarlo adelante”

Ana María es joven, tiene 30 años, pero asegura que no es la misma de hace unos años. Al preguntarle por esa máxima flamenca que dice que se canta mejor si se ha sufrido, ella no tiene la menor duda y un “sí” redondo y sonoro se le sale de la boca. “Yo no soy la misma ni en el flamenco ni en la vida. Cuando me meto por seguiriyas, que es el palo que más me gusta, lo siento de otra manera. Me han pasado muchas cosas: murió mi hermana, mi padre y mi novio y cuando canto, lo hago con más coraje”, cuenta La Yiya que asegura que todas esas experiencias también la han hecho ser más consciente de quien es y lo que tiene.

Por derecho

La Yiya prefiere no embarrarse en discusiones en torno a lo puro y lo jondo pero cuando se le pide que nombre a los cantaores que le erizan la piel dice del tirón y sin pensar: “Encarnita Anillo, La Macanita, José Valencia y como no, José Menese”, dice la morisca y se delata. Menese es una figura central en la trayectoria de Ana María, pues la apadrinó y en él reconoce la cantaora un “pilar fundamental” de su cante.  

A pesar de que en ocasiones Ana María habla más con los ojos que con la boca, también sigue la estela de su maestro a la hora de decir alto y claro lo que piensa de las cosas que la indignan. Uno de esos temas es el presente y el futuro que le espera a la cantera de la que ella forma parte. “Las peñas y los festivales nos maltratan, no nos abren las puertas. Entiendo que en un evento haya figuras, pero no todo pueden ser estrellas porque no nos abren camino a los más jóvenes”, explica y añade y que es muy difícil vivir del flamenco. “Para poder hacerlo hay que estar en continuo movimiento: siempre como hurones hurgando y buscando el siguiente bolo antes de haber acabado el que tienes entre manos”, apunta sin amargura pero con contundencia.

“Yo soy dueña de mi silencio, y esclava de mis palabras”, dice la toná con la que La Yiya inicia Morisca. Pero las dice con claridad y sin miedo o lo que es lo mismo, con valentía.


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