XIV Festival Flamenco Caja Madrid. Miguel Poveda – Manolo Sanlúcar

 
XIV
FESTIVAL FLAMENCO CAJAMADRID 2006

Miguel Poveda,

Manolo Sanlúcar

Teatro Albéniz, Madrid. 31 de enero, 2006. 2030h

PROGRAMACION
COMPLETA DEL FESTIVAL
ESPECIAL
XIV FESTIVAL. Reseñas y fotos

1ª Parte. Cante Miguel Poveda, guitarra Chicuelo,
palmas Luis Cantarote y Carlos Grilo

2ª Parte. Guitarra en concierto Manolo Sanlúcar,
segunda guitarra Santiago Lara, cante Carmen Grilo, percusión
Tino di Geraldo y Jorge Aguilar

Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas

CLAROSCURO

Un sabor agridulce quedó al finalizar la inauguración
del Festival. Si Miguel Poveda estuvo en su línea,
es decir, espléndido, el maestro Sanlúcar tuvo
una noche aciaga, es decir, una rarísima excepción
a lo que es su línea. La velada fue de más a
menos, al igual que la ocupación de las butacas del
teatro.

Con Miguel Poveda tenemos el lujo de ir siguiendo en tiempo
real la progresión de un cantaor que dejará,
sin lugar a duda, huella en la historia del flamenco. El hecho
de que con sólo 20 años se alzara con la Lámpara
Minera denota ya la madurez artística del cantaor.
Pero en realidad era una madurez incipiente, porque Poveda
sigue creciendo. Basta con verle una vez al año para
constatar con más nitidez ese desarrollo y comprobar
cómo Miguel se preocupa de dar a todo lo que hace una
forma, una construcción y un tempo propios. Diseña
las piezas con ritmo (no hablo ahora de compás, sino
de estructura) y equilibrio, y cada uno de los cantes que
integran una pieza está sabiamente escogido, encajado
e interpretado.

En determinados pasajes Poveda
vuelca el corazón y se derrama en el cante o, mejor
dicho, en el sentimiento último que genera ese cante

Es interesante asistir al trabajo de Poveda en las sutilezas
de los matices. Su timbre de voz y su perfecta afinación
han permitido que el trabajo melódico venga siendo
la piedra angular de su cimiento cantaor, pero cada vez más
le vemos explorando otros recursos expresivos como la intención
de los cantes. Comprobamos que en determinados pasajes Poveda
vuelca el corazón y se derrama en el cante o, mejor
dicho, en el sentimiento último que genera ese cante.
Es en esos matices interpretativos donde suele habitar el
pellizco, cualidad que hasta ahora, todo hay que decirlo,
no ha sido el punto fuerte de este cantaor.

Es difícil destacar algo, pero aun así señalaría
la soberbia malagueña de Chacón (que después
remató con una tanda de abandolaos), los cantes que
hizo por soleá (variadísimos), sus siempre perfectos
cantes de levante y las coplas por bulerías que dedicó
a Martirio.

El sabor agrio llegó después. Si Poveda había
dejado un halo de luminosidad, Manolo Sanlúcar nos
sumergió en una oscuridad casi total y en una atmósfera
espesa y, a veces, hasta incómoda. Estaba apagado,
y su guitarra también. Desde luego, el sonido pudo
ser mejorable (de hecho su guitarra no sonaba con la redondez
y la brillantez que exige su toque, y además es posible
que tuviera problemas de escucha dentro del escenario), pero
lo cierto es que tampoco vimos al maestro demasiado iluminado.

Manolo Sanlúcar está comprometido con el sentimiento;
siempre lo ha estado y sus experiencias vitales (algunas de
ellas especialmente dramáticas) no han hecho sino acentuar
esa naturaleza. Desde hace ya algún tiempo encontramos
en sus mensajes musicales una profunda melancolía,
cuando no tristeza. Esa permeabilidad entre sentimiento y
obra es seguramente parte de la verdad del arte. Verdad del
arte que el maestro reclama y se exige a sí mismo porque
“si para algunos el flamenco es un divertimento, para
mí es una esencia vital”.

En esa ideología musical,
y sobre todo sentimental, milita un Sanlúcar con el
corazón herido y esclavo de su esencia vital: el flamenco

Así, en sus intervenciones habladas Sanlúcar
apostó por el futuro: “no podemos contar
lo que contaron ellos –refiriéndose a los antiguos
maestros como El Nitri- porque su mundo no es el nuestro.
Estamos llamando a la puerta del futuro, pero no se abre”
.
Se trata de una filosofía que Manolo Sanlúcar
plasma buscando vivencias y sentimientos no expresados hasta
ahora por el flamenco, a los cuales tiene dar una forma jonda.
Así lo hizo, por ejemplo con “Gacela del amor
desesperado”, pieza incluida en su, hasta la fecha,
último manifiesto discográfico “Locura
de brisa y trino”.

En toda esa ideología musical, y sobre todo sentimental,
milita un Sanlúcar con el corazón herido y esclavo
de su esencia vital: el flamenco. Es en ese contexto en el
que, en mi opinión, hay que situar una mala noche de
un gran maestro.

Discografía relacionada:

Miguel Poveda
'Zaguan'

Manolo Sanlúcar
'Recital flamenco'

 



Salir de la versión móvil