XIII Festival Flamenco Caja Madrid. 2005. Carmen Linares – Israel Galván

 
CARMEN LINARES

ISRAEL GALVÁN

XIII Festival Flamenco Caja de Madrid
Jueves , 17 de febrero, 2005. Teatro Albéniz.

 

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Flamenco
Caja Madrid
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NO HAY LOCALIDADES PARA LA RUTINA

1ª parte: “De voz de madera”. Cante: Carmen
Linares; 1ª guitarra: Juan Carlos Romero; 2ª guitarra:
Paco Cruzado; Percusión: Antonio Carbonell; Palmas: ana González
y Javier González.

2ª parte: “La Edad de Oro”. Baile: Israel
Galván; Cante: Fernando Terremoto; Guitarra: Alfredo Lagos.

Texto: Manuel Moraga

Una de las inercias más poderosas que tiene el mundo
en que vivimos es la rutina. Así que, es de agradecer que
en el ámbito flamenco existan artistas que la combaten. Carmen
Linares e Israel Galván son dos ejemplos de esa lucha. Y
lo más interesante es que sus métodos son prácticamente
antagónicos.

“De voz de madera”. Así rezaba el lema del primer
programa de la noche, protagonizado por Carmen Linares. Lo de esta
cantaora es sencillamente modélico. La madera de esa voz
podía ser perfectamente de especies nobles como el nogal,
el roble o el castaño, pero me atrevería a decir que
es más que eso: es una voz sacada del mismísimo árbol
genealógico del flamenco, porque ha moldeado prácticamente
todos los palos de sus ramas. Tanto en su discografía como
en sus recitales puede rastrearse una buena parte del repertorio
flamenco, desde los estilos más socorridos a las formas menos
frecuentadas en estos tiempos. Así ocurrió con la
malagueña y los correspondientes abandolaos que sirvieron
de remate, donde encontramos, por ejemplo, la creación del
maestro Ojana o esos sentidos (casi místicos) fandangos de
Lucena.

Carmen siempre se templa bien por levante y a esa misma familia
visitaría después con la taranta. En el camino, unas
cantiñas con predominio de romeras. Pasadas las tarantas,
unos tientos muy bien construidos, con aplomo y gravedad, rematados
por tangos. Soleá por bulerías, siguiriya (preciosa,
acordándose del Nitri y rematada con las cabales de Silverio)
y bulerías constituyeron el resto de su actuación.
Lejos de acomodarse en las fórmulas, Carmen Linares sigue
dando satisfacciones a los buenos aficionaos que buscan algo más
que el sota, caballo y rey.

Pero además de esa continua revisión del repertorio
flamenco, Carmen huye también de la rutina buscando la originalidad.
Y sabe aplicarla. Lo pudimos comprobar en la soleá por bulerías
y en los bises, donde interpretó una creación sobre
base de fandangos de Huelva con letra de José Luis Ortiz
Nuevo y Juan Carlos Romero. Y hay que destacar muy mucho el trabajo
de este guitarrista. Ayer no sólo acompañó
excepcionalmente a la cantaora cuando se quedaban mano a mano en
el escenario, sino que fue creando un clima especial alrededor del
cante cuando el resto de la formación le apoyaba y podía
dedicarse a dar pinceladas de color. Sospecho que buena parte de
la originalidad que vimos anoche tiene la firma de este onubense.
Sospecho también que tendremos que hablar mucho más
a fondo de este guitarrista y compositor llamado Juan Carlos Romero.

Otra forma de combatir la rutina es la ruptura. Israel Galván
es el mejor ejemplo en el baile actual. De hecho, su discurso está
basado en el principio de la descomposición de la rutina.
La puesta en escena es la primera de las rupturas: sin elementos
de distracción, totalmente sobria; sin nada que acapare la
atención, quizá por respeto a aquellos años
de grandeza.

Los autores llaman “la Edad de Oro” a la época
de mayor creatividad de la historia del cante flamenco. En esa transición
del siglo XIX al XX se forjaron muchos de los pilares formales que
hoy reconocemos como básicos en el cante. Bajo esa misma
denominación presenta Israel Galván su propuesta,
donde el cante es ciertamente protagonista. El bailaor, por su parte,
parece explorar cada momento de cante, diseccionando cada tercio
para darle una plasticidad personalísima.

Siguiente
ruptura: la desestructuración (puestos a romper, permítaseme
el palabro) es la base de su “escritura”, de su texto
expresivo. Ni la soleá, ni la alegría, ni el martinete,
ni ninguna otra de las piezas que nos presenta siguen la lógica
del montaje tradicional del baile flamenco. Israel Galván
no pierde energía en montar un baile al uso. Va directo a
lo que le interesa: a dialogar intensamente con el cante. Roto el
esquema, rota la inercia, puede ocurrir de todo. Incluso puede pasar
que el espectador no sepa ni cuándo le toca aplaudir, lo
cual resulta a veces ciertamente inquietante. A todo esto, Israel
Galván no aparece como un bailaor tal cual, sino que crea
su propio personaje. Un personaje sobrio, lleno de diálogo
interior y que actúa incluso cuando no baila, esto es, cuando
los protagonistas son el cante o la guitarra. En estos momentos,
la pose del personaje es de auténtico respeto: respeto ante
la grandeza de aquel flamenco de la edad de oro.

Más rupturas. La estética de su baile. Desde luego,
no es nada común. Esa es su grandeza para unos y su condena
para otros. Los saltos, las patadas al aire, su forma de desafiar
-en ocasiones- la actitud erguida, su aparente ilógica, su
forma de vestir (esos pantalones de pitillo no le favorecen nada,
pero quizá quiera evocar los códigos de vestimenta
de aquellos años), etc, etc. El lenguaje de Israel Galván
parte de relativizar los aspectos formales. No le interesan. A partir
de ahí pone su baile al servicio de la idea motriz de su
propuesta, creando un personaje entre hierático y pintoresco,
entre profundo y grotesco. Y desde luego, enfrentadísimo
con la indiferencia.

La grandeza del cante de la edad de oro la puso Fernando Terremoto.
Soberbio en todo: en la soleá, en la malagueña del
Mellizo, en los fandangos (sin guitarra y bailados por Israel),
en la siguiriya, en el martinete, en los tientos, en la bulería…
en fin, en todo. En la misma tónica estuvo Alfredo Lagos
con la guitarra, a la que Israel Galván también dio
su sitio.

Así pues, la mayoría de los aficionaos disfrutaron
con los cantes enciclopédicos de Carmen Linares, que busca
salirse siempre de los repertorios más manidos. En cuanto
a Israel Galván, aplausos y petición intensa de bises
que sólo fueron correspondidos con un segundo saludo (al
fin y al cabo, su espectáculo no es el de un cuadro flamenco
al que se le pueda pegar una pieza más, sino una propuesta
cerrada), pero división de opiniones a la salida. Una noche,
en definitiva, donde la rutina quedó olvidada.

Fotos: Rafael Manjavacas

Carmen Linares
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Manolo Sanlúcar con Carmen Linares, 'Locura
de brisa y trino'

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Antología 2CD

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