Rancapino – Flamenco Viene del Sur – con El Junto y May Fernández- Sevilla.

 
May Fernández, Rancapino, El Junco

FLAMENCO VIENE DEL SUR

Teatro Central, Sevilla.
20 de febrero, 2007

“CÁDIZ, ALGO MÁS QUE CARNAVAL”

Texto: Rubén Gutiérrez
Fotos: Paco Sánchez

1ª Parte. Cante: May Fernández, Rancapino. Guitarra: Niño de la Leo, Pascual de Lorca. Palmas: Diego Montoya y Pedro de Chana.
2ª Parte. Baile: El Junco. Cante: David Palomar, David Sánchez. Guitarras: Ramón Amador, Michelle Iaccarino. Palmas: Roberto Jaén.

El ciclo “Flamenco Viene del Sur” presentaba una nueva entrega con un espectáculo muy flamenco y muy del sur, aunque por la diferente calidad de los artistas anduvo un poco deslucido. Corren tiempos de carnaval por la Tacita de Plata y puede que los cuerpos anden un poco resacosos, pero no solo de carnaval se vive en Cádiz.


Rancapino

Encabezaba la terna un jovencísima May Fernández, de la que no teníamos referencia alguna. La cantaora que se ha forjado en las peñas locales, y ha llegado a conquistar el primer premio del Concurso Nacional de Alegrías que cada año se celebra a la orilla de la Caleta, no escogió un buen día para debutar en Sevilla. Su voz no terminaba de salir, demasiada nasalidad, que hicieron de su recital algo insulso y plano. Ni siquiera las pataítas que se marcó para rematar su actuación tuvieron sabor alguno. La pobre tuvo que luchar igualmente contra los elementos, una guitarra que la atormentó toda la actuación. El Niño de la Leo presentó el toque más sucio y tosco que se haya podido escuchar en los últimos tiempos en el Teatro Central. En contraposición, los palmeros marcaron el compás de manera sutil. Las alegrías, malagueñas, fandangos y bulerías que interpretó no pasarán a los anales de la historia del flamenco.

Derroche de aromas salineros y de la bahía


El Junco

Tras la borrasca vino la calma, y Alonso Núnez fue más Rancapino que nunca, Su profesionalidad, y su saber nadie lo niega, y además es el rey indiscutible para moverse por el escenario y torear cualquier tipo de público. Si este hombre es capaz de volver loco a un grupo de aficionados japoneses, no es por su anje o duende, es por la guasa que tienen en Cádiz. Suplió sus carencias vocales – manifestó andar un poco acatarrado – por unas dotes de saber estar sobre las tablas. Muy bien secundado por Pascual de Lorca, y eso que el maestro hizo la soleá de Cádiz un poco más rápida que como marcan los cánones. El resto del recital fue cual ramita de azafrán, alegrías, malagueñas del Mellizo bellamente recreadas, sus fandangos naturales y las bulerías de Cádiz. Que derroche de aromas salineros y de la bahía.

Tras el descanso era el turno de ese esbelto bailaor que responde al nombre de El Junco. Este gaditano, compañero de fatigas de Cristina Hoyos al frente del Ballet Flamenco de Andalucía, nos ofreció un poquito de sus conocimientos flamencos, no solo como bailaor, sino también como coreógrafo. Su troupe no se quedó en un simple atrás. Muy bien rítmica y armónicamente, y en especial la voz de otra gran cantaor gaditano, David Palomar, un joven que más que promete, ya está cumpliendo.

Buenos maestros y un matiz cómico

El Junco, más largo que un día sin pan, sabe sacar partido a su cuerpo. Sus interminables brazos parecen rodear al público con sus delicados gestos. Sus pies no se quedan atrás, e igualmente muestran su fuerza. Elige seguriyas y soleá por bulerías para demostrar su bagaje artístico a lo largo de estos años. Ha tenido muy buenos maestros y lo ha sabido aprovechar. Su toque personal consiste en añadir un matiz cómico a los números, normal con la gracia que tienen en Cádiz, pero sobretodo el saber ralentizar los bailes. Cada vez los escenarios parecen más una carrera de galgos que un espectáculo flamenco. Solamente un pero, ni la punta ni el tacón, un buen baile no ha de durar un montón.


May Fernández

El fin de fiesta fue una delicia por bulerías, con toda la compañía alrededor de dos mesas, marcando el compás con los nudillos sobre la misma, cual vetusto tabanco que recreaba el ambiente de los marineros que aliviaban sus asuetos a la luz del flamenco.

 

 



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