Mayte Martin, presentación de 'Al cantar a Manuel'

Resumen: Mayte Martin, presentación de 'Al cantar a Manuel'

Mayte Martín
“Alcántara Manuel”

Ciclo Sangre Nueva
Teatro Español 22 octubre 2009


Texto: Pablo San Nicasio
Fotos: Rafael Manjavacas

“Lo consiguió”

Hay muchas maneras de salir de un concierto: contento, satisfecho con la inversión realizada, sorprendido, indignado, con ganas de hacer el amor, de mandar al mundo a paseo, a tu novia, a los que tosen. Se puede salir abrumado por la técnica de los mendas del escenario, hundido para los restos, con el mito por los suelos… y así un largo etcétera. Casi tantas situaciones posibles como conciertos.

Pero la mejor forma de coger la calle después de la butaca es, se lo digo yo, secándonos lágrimas y moqueando. Gloria oiga, gloria. Sobre todo si no te lo esperabas.

Con Mayte Martín se meten mucho por aquello de su heterodoxa y dulce forma de concebir el flamenco. Siendo blandos con los que cometen semejante tropelía, se supone que todo es porque sus cualidades cantaoras son tan excelsas que los aficionados cabales siempre se quedan con la espina de verla cantar (de continuo, se entiende) por Alosno o por Huelva, recordando a Chacón y, si acaso, avisándonos a tiempo con aquello de “Ten Cuidao”. Ya, pero no sería lo mismo, no sería Mayte Martín.

De ella, en esta orilla, se espera siempre que realce todo lo antiguo y lo recree. Y, por supuesto, que no coquetee tanto con otras músicas. Algo que lleva haciendo desde siempre. De hecho, el flamenco, es evidente, ocupa un porcentaje en su biografía algo más secundario de lo que podría pensarse al ver su etiqueta de “cantaora”.

De modo que al entrar al Español y saber que íbamos a oír su forma de entender la poesía de Manuel Alcántara, ya podíamos intuir que, lo mismo mucho flamenco no había.

No estábamos equivocados, pero tampoco contaba uno con que viésemos a la Mayte Martín más grande y completa de toda su trayectoria.

Artista larga que toca la guitarra con gusto, que canta y desgarra, que se gana al público con un humor descarado y que presenta en sociedad y con solera a un poeta para la mayoría desconocido.

Doce conmovedores números sobre versos del malagueño Manuel Alcántara. Doce situaciones sobre la niñez, la guerra, Miguel Hernández, Manuel Altolaguirre, Picasso, el mar, Málaga…estampas con su guitarra y la de su viejo escudero José Luis Montón. Acompañados ambos de la percusión de Chico Fargas, el contrabajo de Guillermo Prats y el glamouroso y elegante violín de Olvido Lanza. Todos ellos en su lugar y sutilmente sublimes, pero a la vez secundarios dada la total puesta en escena de una mujer que a mitad de concierto ya sabía lo que era recoger flores del suelo.

Recital que se inició y terminó de la misma manera, con una impresionante melodía que, al tiempo ya lo verán, se hará el mismo hueco que en su día lo hicieron aquellos imprescindibles cortes de su disco “Querencia”.

Mayte Martín se ha puesto en el lado de los grandes cantaores que han sacado del cajón las letras de enormes poetas. A este muchos no le conocíamos, mal hecho, y ahí Mayte ha puntuado con doble diana. Encontró petróleo y ahora lo va repartiendo.
Exquisito el respeto por la poesía del autor, el realce de su mensaje, la instrumentación, la variedad de ritmos (apenas una bulería y unas medio-alegrías, el resto olvídense de encontrarlo en el diccionario flamenco).

Estábamos viendo a la auténtica Mayte Martín, cada vez más sincera consigo misma. Ella siempre lo es y además lo parece.
El bis volvió a hacer sonar kleenex y pañuelos. “Buscando un gran amor” puso el broche para seguir en la línea de toda la hora y media de concierto anterior.

Mayte Martín se está convirtiendo en una voz de culto. En una artista a la que hay que ver y acoger en nuestro repertorio de preferencias con mimo y timidez, pero a la vez con la fuerza y el arrojo con los que afronta sus trabajos. Es una de las grandes, se mire por donde se mire. Buena maestra de ceremonias para el ciclo flamenco del Español que ella misma inauguró.

Anoche la más dulce de las damas catalanas consiguió esa meta que para ella es la música bien hecha: el arte que transmite emociones, sobre todo tristezas, utilizándola esta vez con la sonrisa, el verso y el humor. Para hacernos llorar a todos como niños.

 

Guitarra: José Luis Montón

 


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