Liñán y el templo de Frankenstein

IX Festival Corral de la Morería

Manuel Liñán, Cristina Aguilera, José Manuel Álvarez

Manuel Liñán, Cristina Aguilera, José Manuel Álvarez

José Manuel Alvarez/Cristina Aguilera/Manuel Liñán baile
Paco Cruz, Victor “El Tomate” guitarras
Ismael “El Bola”, David Carpio, Miguel Lavi, cante

Texto: José Manuel Gómez Gufi
Fotos&video: Rafael Manjavacas

 

Reconozco que un tablao no es mi entorno natural para escuchar flamenco. Así que me siento un poco guiri a la hora de ver un espectáculo a la hora de la cena y rodeado de gente que va a un tablao con el mismo aire reverencial con el que yo entraría en el Tipitina´s de Nueva Orleans o en el mejor club de blues de Chicago. Recientemente he visto a Dorantes en el Jazz at the Lincoln Center de Nueva York y hay unas cuantas diferencias.

En ambos casos hay que anticipar la experiencia, cabe la posibilidad del hueco de última hora… pero merece la pena reservarse la noche, dejar el bocata de lado y darse un homenaje.

El Corral de la Morería se ha convertido en los últimos años en un lugar casi familiar donde se presentan un sinfín de actividades flamencas, ahí hemos visto pasado, presente y futuro. Sabemos dónde estaba la mesa de Ava Gardner y cómo era el aspecto de Boris Karloff de paisano sin el maquillaje del monstruo de Frankenstein. El Corral hace en el mes de abril un festival donde presenta a 80 estrellas del flamenco, si piensan que eso a los turistas no les importa quizá sean de la opinión que es similar comerse una hamburguesa o un plato del chef David García. Y ya les digo que no, que se han leído la letra pequeña antes de salir de Tokio, México o Los Ángeles. Así que esta noche una buena parte sabe que dos de los tres cantaores tienen disco en el mercado, que uno de los guitarristas ha tocado en el New York City Center y que los tres bailaores tienen sólidas carreras internacionales, especialmente Manuel Liñán. El espectáculo arranca con cinco minutos para aliviar las fotos de rigor mientras degustas el “huerto cordobés”, una experiencia de un salmorejo crujiente.

El bailaor José Manuel Álvarez llena el escenario mientras guitarristas y cantaores desencadenan una fiesta al compás del primer plato; son más artistas que jornaleros, los tocaores se regalan falsetas para que el cante crezca como esos brazos del bailaor.

Cristina Aguilera aparece con un vestido negro con un mandil de resonancias hogareñas, los tacones resuenan espectaculares en el Corral que mantiene una ecualización sonora muy natural. Desaparecen todos excepto Victor “El Tomate” y su guitarra. Hay noches que le cuesta hacerse oír (especialmente si abundan los españoles que solemos aprovechar, que no cantan, para hablar). Esta noche no hace falta ni sisear y hace su concierto solista de tres minutos largos sin que el rumor de platos y camareros interfieran con el arte.

Vuelve el cuadro entonadísimo, las guitarras y las palmas se disputan los silencios y cuando estamos ahí en las puertas del nirvana escuchamos una copla que cantaba Enrique Morente y que te cruje en el alma y aparece Manuel Liñán que lo coreografía todo, cada golpe de tacón, cada gesto, nada es innecesario. Todo suma, hasta esos bailes trianeros donde la poca vergüenza parece que llega del Caribe, hasta el sutil aire femenino que incorpora a un baile que parece una religión.

El bacalao se ha quedado frío pero sigue exquisito. El cuadro remata con una patá por bulerías y sales del corral como sale un ateo de una catedral gótica, como Karloff salía de su maquillaje. Liberado.

 

 

 

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