La Negra & Angelita Montoya

Texto: Estela Zatania
Fotos: La Bienal

17 Bienal de Flamenco
CIEN AÑOS DE CANTE
Miércoles, 4 de septiembre, 2012. 2300h. Espacio Santa Clara

Especial 17 Bienal de Flamenco de Sevilla – Toda la información

Dos monjas del flamenco dicen misa en el convento

Empeños grandes y chicos, expectaciones de tamaño igualmente variable, artistas legendarios o desconocidos de todas edades y proveniencias. La Bienal de Flamenco de Sevilla tiene eso, es una caja de sorpresas a la que te acercas con el mayor optimismo esperando el reencuentro con aquello que hace tanto tiempo te colocó en un camino del que pocos se apartan una vez emprendido el viaje.


Anoche, gracias al buen criterio de la organización, y afrontando una desastrosa situación económica, la Bienal abrió un hueco para que se asomara el duende del que tanta sed tenemos los aficionados. No fue una presentación ostentosa. Ni muchísimo menos. El patio del convento de Santa Clara con quinientos años de historia es el marco idóneo para una serie de recitales designada “Cien años de cante” que pretende reunir parejas de voces, veteranas y jóvenes, para plasmar el rico panorama de la historia del cante del último siglo hasta nuestros días.

Hacia finales de la década de los setenta, cuando Lole y Manuel habían cultivado su original oferta, la familia de Lole, Los Montoya, revolucionó el flamenco con su novedoso espectáculo. Tan “novedoso” como antiguo, porque fue la primera vez que el flamenco familiar de personas no profesionales fue presentado como “espectáculo” en los grandes escenarios nacionales e internacionales. Brindó una privilegiada oportunidad a los aficionados “de butaca” de saborear un tipo de flamenco menos teatral sin asistir a las reuniones, bodas y bautizos normalmente disfrutados exclusivamente por familiares y amigos.

Antonia la Negra es la gran matriarca de los Montoya. Cantaora de voz deliciosamente rancia y con una innata sensibilidad flamenca que ha “contaminado” a toda una familia. El recital fue anunciado de manera que esperabas ver a La Negra con alguna pincelada de la hija, Angelita. Pero fue todo lo contrario. De hecho, yo había conocido y escuchado a Angelita en diversas ocasiones, pero jamás hubiera esperado de ella el recitalazo que anoche fue capaz de plasmar para el reducido público acomodado en mesitas redondas en el acogedor patio del convento.

Sorprendentemente larga, no dudó en abrir con martinete y debla, y a continuación ofrecer una larga tanda de siguiriyas. La voz como una trompeta implacable con matices y cantes de Pastora Pavón, cuya antigua casa en la calle Calatrava casi se huele desde el patio. Momentos caracoleros pasados por Paquera, y teñidos de una dulzura irresistible. Sin efectismo, segura de sí. Cantiñas entre clásicas y acancionadas con los coros y palmas de Moi de Morón y Miguel Lavi. El buen hacer guitarrístico de Paco Iglesias.

Angelita cantó largamente por soleá por medio a paso vivo, un sonido muy “de la Alameda”, con estilos trianeros también. Es alentador que una tan joven sepa tanto y sea capaz de ponerlo en la mesa sin miramientos. Los tangos no pudieron faltar, nuevamente recordando las influencias tan oportunamente fundidas en ella. Antonia la Negra aparece hacia el final de los tangos vestida de lunares, más flamenca que el flamenco, y con tres pinceladas y dos pasitos de baile coloca todo en su sitio. Entre madre e hija se resucita la magia de los mejores años de la Familia Montoya…los coros, los versos antiguos, flamencura viva, no recordada…y fue cuando me di cuenta que me dolía la cara de la sonrisa que llevaba puesta tanto rato.

Mucha bulería para redondear…Angelita canta a Pastora y a Tomás, Lavi sale con su pataíta…el compás tranquilito tan típico de los sevillanos, tan diferente al jerezano, permite todo y más…y nuevamente la Negra, físicamente mermada pero de voz potente sin amplificación. “Me ha parío una gitana de Casablanca” canta Angelita a su madre, pataíta juntas y puerta, olé y olé. Y aquello parecía la Ópera de París, el Lincoln Center y el Hollywood Bowl todo en uno de los aplausos y vítores del entusiasmado público.

 


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