Guadalupe Torres 'De los rincones'. Teatro Pradillo

Texto: Pablo San Nicasio Ramos
Fotos & video: Rafael Manjavacas

Los inexplorados rincones del flamenco

Guadalupe Torres
“De los rincones”

Del 17 al 20 de agosto. Teatro Pradillo – Madrid.

 

Baile: Guadalupe Torres y Marco Flores. Cante: Ismael de la Rosa y Juan José Amador. Toque: Víctor Tomate y Claudio Villanueva. Percusión: Kike Terró

De los Rincones” ya traía bajo el brazo el buen nombre que da haber sido premiado en algunos certámenes coreográficos. Eso, y el plantel maravilloso que Guadalupe Torres trajo consigo para levantar su idea del baile flamenco. Todo se ponía a favor para pasar un buen rato de arte y compás.

Con un lleno en el coqueto Teatro Pradillo hubo buen material para ver y oír en la hora y veinte de espectáculo. Con algunos altibajos, las líneas generales fueron ascendentes y, dados los medios disponibles, es para que el equipo y los incondicionales salieran satisfechos con razón.

La joven bailaora Guadalupe Torres propone en “De los Rincones” siete estampas flamencas sobre la premisa de un baile completamente ortodoxo y el mayor de los respetos sobre la tradición del cante y el baile.

Siete escenas con nombre de sentimientos que arrancan con el silencio del “Romance de la Monja”, que recrea Guadalupe con el fondo emocionante de la voz agrietada del mítico Rafael “El Negro”. Sin apenas intervalo aparece la serrana como eje vertebrador del baile de Marco Flores, buen amigo y colaborador de Guadalupe. Artista invitado que crece con el tiempo y será letra mayúscula en esto. No lo dudamos.

Es importante destacar la sabia elección de la serrana como estilo para este momento. Cante de flamencura y dificultad insuperable, que apenas se degusta ya en el flamenco y que es una delicatessen del repertorio. Eso que nos perdemos.

“Calma” es el momento en que arranca verdaderamente el calor y el frenesí de un espectáculo que, en realidad, es un intenso bis a bis triple. Por un lado los guitarristas, en importante debate técnico. Por otro los cantaores, con retos exigentes para lucir técnica y sobre todo para la pareja bailaora, que no dejará de dialogar en lo virtuosístico hasta poco antes del final.

Los tarantos que dan pie a varios estilos de tangos, suponen el despegue, como decimos, de una idea que será ahora cuando luzca sin trabajo.

Emocionantísima coreografía  por abandolaos de un insuperable Marcos Flores, seguido de otra no menos enjundiosa soleá con mantón de Guadalupe. Con el interludio posterior de las “Tres Morillas”, donde brilló más que en ningún otro momento la afillá voz de Ismael de la Rosa.

Y el zorongo. De nuevo volvemos a los tesoros ocultos del flamenco. Cumbre del espectáculo gracias a estilos como este que, en época de bulerías y tanguitos, tienen una riqueza y prestaciones para el disfrute al mismo nivel que todo lo recurrente. Pero a fuerza de no explotarlos se hacen más exóticos y luminosos cuando uno se reencuentra con ellos.

Gran nivel de una pareja bailaora que puede hacer de este número algo más que un trámite más en un mar de estilos. Vaya puñado de minutos “zorongueros”.

Minera y cantiñas liberadoras culminadas con la voz del Niño de Marchena, que recitó el “Romance a Córdoba” con las sombras de Guadalupe llevando el compás. Cómo cantaba “La Vieja”.

Final circular para una obra que exprime a fondo a siete artistas y derrocha energía sin moverse de la tradición. Porque la serrana, la jabera y el zorongo, que yo sepa, no pueden ser más tradicionales.

Rincones ya casi ocultos del flamenco que no se debieran nunca perder. Y están ahí, para el que quiera usarlos.


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