Flamenco Festival USA – Arcángel

 
Arcángel

Zankel Auditorium de Carnegie Hall,

Nueva York, USA.
Jueves, 11 de febrero, 2005. 2030h

 

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Flamenco USA
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Texto: Mona Molarsky

Un debút neoyorquino inesperado
y desigual para el onubense

Cante: Arcángel. Guitarra: Juan Ramón Caro. Percusión:
Guillermo McGill.

 

 

En Nueva York, una ciudad con cero conocimientos del cante
flamenco, y menos interés en averiguar de qué va,
Arcángel debutó inesperadamente en el auditorio Zankel
del Carnegie Hall la tarde de viernes, 11 de febrero. Se hizo cargo
de un recital que tenía que haber sido de Mayte Martín
que canceló por motivos de salud. Para la joven estrella,
tan admirado en España, habrá sido una experiencia
curiosa salir al famoso escenario neoyorquino sin ceremonias ni
presentaciones.

En cierto modo, fue su gran oportunidad. Como anunció en
inglés con un encantador acento hispano: “Para mí
es muy importante cantar en Nueva York. De niño fue mi mayor
sueño estar aquí como estoy ahora”.

No obstante, allí de pie delante del medio aforo compuesto
principalmente de amantes de la música clásica, españoles
emigrados y funcionarios de aspecto importante, el joven con cara
de querubín puede haber pensado que después de todo,
no fuera un momento tan trascendente. En la oscuridad del auditorio
se presentó solo ante el peligro para comenzar con una toná,
aquella forma austera cantada a capella. Y una servidora no sabía
si aplaudir su valentía, o regañarlo por haber cometido
tamaño error.

Nueva York no es una ciudad donde se aconseja arrancar con una
toná o un martinete. Mucho mejor seducir al público
primero con algo ligerito y sugestivo. Alegrías quizás,
o bulerías. Porque cuando un público norteamericano
piensa en el flamenco, la imagen más inmediata es la de la
frivolidad de Sevilla y mujeres hermosas vestidas de faralaes. Su
concepto de la música es una guitarra tocando un delicado
trémolo. El cante no figura en la ecuación. Y costará
un gran esfuerzo y mucha perseverancia para renovar estas impresiones.

Los tres navegaban las mismas
aguas, y el ritmo se sentía pulsando a través de sus
cuerpos

Arcángel
entregó su toná al terrible silencio del auditorio.
Un olé solitario se escuchó desde arriba. Había
unos aplausos discretos y el cantaor dio medio vuelta para desaparecer
entre bastidores. Volvió para el siguiente cante que era
seguiriya, y se unió Juan Ramón Caro, tocaor habitual
de Mayte Martín. Se tenía la sensación de que
ni cantaor ni guitarrista estaban para la seguiriya…todavía.
La guitarra de Caro fue lírica pero le faltó cierta
decisión. Arcángel, con su voz aguda y metálica,
quedaba pobre y poco convincente. Me preguntaba si con 28 años
tenía suficiente madurez como para cantar una seguiriya.
A estas alturas de la actuación todavía no se había
formado ningún vínculo artístico entre ambos
músicos. Afortunadamente el panorama empezó a cambiar
según avanzaba el recital.

 

 

Hacía la mitad de los tangos, Caro empezó a ubicarse
y Arcángel lo animó con su jaleo. Aunque la temperatura
emocional seguía gélida, se podía palpar el
comienzo de una reacción química a punto de realizarse.
Se unió Guillermo McGill con su cajón, lo cual aumentaba
la sensación de que algo se estaba cociendo. En las alegrías,
la voz de Arcángel expresaba más urgencia, el compás
de la música se presentó más definido y empezaban
a escucharse los oles sentidos del público. Ahora los tres
navegaban por las mismas aguas y el ritmo se sentía pulsando
a través de sus hombros. En un mundo perfecto, fue aquí
que hubiera dado comienzo este debú de Arcángel –
con los artistas y el público a gusto, y justamente antes
de los fandangos de Huelva.

La grandeza del individuo pesa menos
que su capacidad de funcionar dentro del grupo

Sabemos que el cante más emblemático de Arcángel,
el que le ha dado mayor fama, es los fandangos de Huelva. Y su voz
metálica que recuerda tiempos pasados es idónea para
la tarea. La guitarra empezó con ritmo resposado y el percusionista
respaldó marcando sobre un jarrón de cerámica.
Arcángel se puso de pie y con un chasquido de los dedos,
se dejó llevar a las calles de su pueblo. Los presentes lo
acompañamos desde el primer instante. Y cuando por fin cantó,
con voz de hombre de la calles onubenses, “soy pañero”,
nos parecía obvio que se había criado en este ambiente
de puestos y tienditas de las callejuelas de la ciudad. Fue convincente.

Al final, un aplauso estruendoso – o al menos lo que pudieron
reunir los trescientos presentes. Y aunque ninguna jovencita lanzó
paños menores hacia el escenario – las neoyorquinas
no hacen eso – una voz femenina sí que gritó
“¡guapoooo!”

Salimos del auditorio sintiendo un potaje de emociones. Por un
lado, la satisfacción de que un cantaor de flamenco hubiera
podido realizar un concierto en solitario en el Carnegie Hall. Por
otro, la decepción provocada por la poca preparación
de Arcángel y sus músicos. No obstante, se hizo lo
imposible, y el esfuerzo fue hercúleo. Y cuando el hombre
de Huelva recogió su minicuadro para un fin de fiesta a palo
seco por bulería, alternando versitos con Caro mientras el
otro bailaba, tenías que admirar su determinación.

La satisfacción de que un cantaor
de flamenco hubiera podido realizar un concierto en solitario en
el Carnegie Hall…la decepción de la poca preparación
de Arcángel y sus músicos.

El cante de Arcángel no es para todos los gustos. Y dista
muchísimo del ámbito intenso y desgarrador del cante
gitano a lo que tantos, incluida la que escribe estas líneas,
es adicta. Como aficionada al cante gitano que soy, este joven me
resultó poco expresivo. Comparado por ejemplo con lo que
estaba grabando Agujetas con la misma edad, la seguiriya de Arcángel
resultó imposiblemente anémica. Sin embargo, es injusto
juzgarlo por su seguiriya, y poco prudente que el cantaor nos lo
pidiera, porque tiene otras virtudes. Tras observar como él
y sus músicos valientemente evitaron un desastre de proporciones
olímpicas, me acordé de una de las verdades del flamenco.
A veces, en un escenario, la grandeza del individuo pesa menos que
su capacidad de funcionar dentro del grupo.

Mientras tanto, seguimos esperando a que alguno averigüe cómo
llevar cante flamenco a Nueva York con éxito. Como una de
las grandes tradiciones musicales del mundo, es una forma de expresión
que debería de gozar de un público norteamericano
de entendidos. A lo mejor sólo se trata de encontrar a los
artistas más carismáticos. O más probable,
es cuestión de elegir los escenarios más apropiados
y de educar a un público selecto que apenas está formándose.
Ya existe un nutrido grupo de neoyorquinos que esperamos con paciencia
ese momento cuando artista y ambiente se unan y puede haber buen
cante en esta ciudad.

Mona Molarsky © 2005. Reservados los derechos.

Fotos por Rafael Manjavacas

'La Calle Perdía'

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Aprende el cajón flamenco – Guillermo McGuill

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