FLAMENCO BIENNALE III 'Noche de Cante Jondo'Arcángel, El Torta

Texto: Estela Zatania
Fotos: Ana Palma

Resumen: FLAMENCO BIENNALE III 'Noche de Cante Jondo'Arcángel, El Torta

FLAMENCO BIENNALE III
“Noche de Cante Jondo”
Arcángel, El Torta

Sábado, 29 de enero, 2011. 2030h. Bimhuis, Amsterdam, Holanda

 Galería fotográfica Ana Palma

La penúltima jornada de Flamenco Biennale III nos dio la oportunidad de contemplar dos extremos de la amplitud de posibilidades ofrecidas por el género flamenco. Cualquier artista que se sienta limitado por la rigidez de las formas, tenía que haber estado presente en el café cantante Bimhuis de Ámsterdam la noche de sábado, 29 de enero.

La sabiduría convencional indica que no hay que dividir los públicos, porque ocurrirá una de dos: o te quedas con un respetable descontento o un teatro vacío.  Quizás porque los holandeses no albergan los perjuicios, localismos y racismos de tantos aficionados nacionales, acudieron a la cita llenando el local donde no cabía ni el proverbial alfiler.  Y muy generosamente han sido premiados por su mentalidad abierta, un rasgo del carácter holandés que es reflejado en la extrema diversidad cultural del país. 

Entre la etérea dulzura de Arcángel, y la absoluta anarquía apenas contenida del Torta, reside un sinfín de posibilidades flamencas.  De hecho, el recital doble (Arcángel desplegó un recital completo de hora y media, Torta empleó alrededor de tres cuartos de hora) fue como un catálogo de muestras.  Los mismos compases y repertorio de estilos de siguiriya o soleá son rigurosamente respetados por ambos cantaores, pero pocos ajenos al arte jondo encontrarían relación alguna entre las respectivas interpretaciones de estos cantaores.

Arcángel… La dulzura que duele, la exquisitez del decir lírico, la voz cristalina impregnada de misterio y la perfección melismática.  Cerebral y controlado.  Le quitas el magnífico acompañamiento de Miguel Ángel Cortes, le pones a un tocaor de época, y el producto no sería muy diferente a las grabaciones de los años treinta o cuarenta del siglo pasado.  Por si a estas alturas algún aficionado todavía no lo supiera, nuevamente está de moda el quizás mal llamado “cante bonito“.  Para nosotros de mi generación curtida en un tipo de cante más duro y austero, nos viene bien recibir esta lección sobre la diversidad.  Como dice el título del documental rodado por la organización del festival y que fue proyectado antes del comienzo del recital, “El cante bueno, duele“.  El dolor emocional se expresa de muchas maneras; Arcángel lo hace con sus silencios y minimalismo, una dulzura siempre teñida de algo más profundo y doliente.  Soleá apolá, malagueñas con abandolao, poca espontaneidad, máxima precisión, tanto en la voz como en los arreglos de Cortés.  Tangos principalmente extremeños, fandangos naturales, siguiriyas, su ingenioso arreglo de cantiñas y alegrías que da nueva dimensión a estos cantes, y los soberbios fandangos de Huelva para terminar.

Después de un descanso, aparece Juan Moneo “El Torta“, soltando impertinencias entre dedicatorias para Fernando Terremoto y Moraíto o declaraciones y gestos circenses, la más absoluta antítesis de Arcángel.  Sus fans saben lo que pueden esperar, y el cantaor sabe complacerles.  Difícilmente se encuentran palabras para describir a este artista irregular, a ratos genial, a ratos pamatalo, figura de culto para muchos.  De silencios y exquisitez, nada.  Al grano, sin miramientos.  Por siguiriyas, no hubo ni salida ni falseta ni un solo compás de introducción, sino ¡zas!, al meollo.  El cante está en él como el demonio habita en un poseso, y el Torta sirve de vehículo hacia el exterior.  Su extremadamente agresivo y descontrolado decir coincide con cierto estereotipo tan desfasado como los malogrados lunares.  Nos dicen que antiguamente se cantaba bestialmente, incluso cuando todo parece indicar que no fue así. 

Tanto da, existe una relación simbiótica entre el Torta y sus numerosos admiradores.  El cantaor como gladiador, y los espectadores que lo animan a extremos cada vez más arriesgados, incluso cuando el hombre está en los límites.  Poder comunicativo, o quizás es su capacidad de cometer inofensivas barbaridades que hacen gracia.  Ningún otro género musical toleraría el irregular comportamiento del Torta, pero en el flamenco un toque de locura siempre añade dimensión e interés.  Y a todo esto, el aficionado puede, si quiere, encontrar momentos de buen cante.

El sofisticado público holandés supo apreciar y agradecer a ambos cantaores con vítores y ovaciones, y ha quedado patente la amplitud de posibilidades del flamenco sin salir de los cánones, una buena lección para todos.

 


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