Festival Flamenco de Nimes 20 ans Diego Carrasco 'El Tiempo del Diablo' Inés Bacán, Rubio de Pruna, Tomás Perrate, Manuel de Tañé

Resumen: Festival Flamenco de Nimes 20 ans Diego Carrasco 'El Tiempo del Diablo' Inés Bacán, Rubio de Pruna, Tomás Perrate, Manuel de Tañé

Festival Flamenco de Nimes – 20 ans
Diego Carrasco “El Tiempo del Diablo”
Inés Bacán, Rubio de Pruna, Tomás Perrate, Manuel de Tañé
Viernes, 22 de enero, 2010.
Teatro de Nimes (Francia)

EL TIEMPO DEL DIABLO.  Cante y guitarra: Diego Carrasco. Coro: Joaquina Amaya, Carmen Amaya, Samara Amaya. Guitarra: Curro Carrasco de Navajita. Bajo: Ignacio Cintado. Guitarra eléctrica: Jorge Vidal. Batería: Juan Grande. Percusión: Ané Carrasco. Colaboración: Grupo Jarcha.  Voz en off: Moraíto.

Texto: Estela Zatania
Fotos: Jean-Louis Duzert

GUSTOS ADQUIRIDOS

Diego Carrasco es como las anchoas – o te encanta o no lo soportas.  En el mundo flamenco puede haber artistas más queridos o famosos que el hombre de Santiago de Jerez, pero sin lugar a dudas ninguno sufre a la vez mayor incomprensión.  Entonces, aquí estoy yo otra vez, intentado explicar lo inexplicable, a saber: ¿porqué Diego Carrasco es la esencia del flamenco?

Aquí en Nimes, Francia, es dueño de la ciudad, así que mejor marco amistoso no va a encontrar, como no sea su mismo barrio de Santiago.  Pero había un público dividido anoche en el hermoso Teatro de Nimes donde estamos llegando a la clausura de la celebración del vigésimo aniversario del venerable festival de esta localidad.  La gente llegaba con ánimo de disfrutar, pero algunos no estaban preparados para el planteamiento fuertemente roquero, la aparente ausencia de palos flamencos o las insistentes repeticiones de determinados temas o coros.  Al menos estos han sido los comentarios que pude recoger a la salida del teatro.

Será porque vivo en Jerez, o porque el compás me parece la característica más interesante del flamenco o porque se ve tanto derivado mediocre hoy en día, pero el producto Diego Carrasco me cae como aplastantemente flamenco.  No hay que juzgarlo como cantaor.  Tampoco guitarrista, ni bailaor (aunque sus andares y pellizcos son cosa fina).  Uno dijo que es como un Mick Jagger andaluz, otro comparó este espectáculo con una sesión de gospel negro.  Ignoro si esas comparaciones son aptas, pero una cosa es segura: la música, cualquier tipo de música, no necesita explicaciones ni justificaciones – te llega, o no te llega. 

Entonces, para recibir lo que tiene que ofrecer este hombre, basta con cambiar el chip y deshacernos de prejuicios de falsa construcción.  El flamenco tiene olor propio que lo separa de cualquier otro género, y después de la inconfundible voz en off de Moraíto, cuando ese aroma empieza a llenar el aire, la misteriosa fuerza que recubre la persona de Diego Carrasco alimenta y ambienta durante hora y media de música, voz, travesuras y carisma, siempre con el compás como la fuerza motriz que mueve todo. 

La complicidad de las voces de Las Peligros, dulce contraste a la ronquera del protagonista, la compenetración entre los músicos, algunos de ellos familiares, la sorprendente yuxtaposición del grupo Jarcha sobre voces flamencas y el elegante saber estar del carismático Diego Carrasco son los elementos que hacen que funcione este discurso flamenco.

Poco después, en el café cantante Odeón, hubo cante de corte absolutamente clásico para satisfacer a los que no terminaron de comulgar con la perspectiva de Carrasco.  En la primera parte, tres jóvenes cantaores experimentados ofrecieron su cante al agradecido y entendido público galo.  Rubio de Pruna, con su flamenquísima voz y el poderío que le caracteriza, cantó taranto personalizado, y un excelente surtido de solea apolá con solea por bulería acompañado por los maestros del toque, Antonio Moya y Paco Iglesias, aunque en algunos momentos éstos dos no parecían ponerse de acuerdo.  Con los mismos tocaores, el jerezano Manuel de Tañé se destacó con tonás y seguiriyas y tientos tangos.  Tomás de Perrate aportó el delicioso sabor de Utrera mediante soleá y tangos del Piyayo, que fue una de las especialidades de su padre Perrate.  Con estas tres voces, el final por bulerías fue tan obligatorio como bien recibido.

Después de un descanso, la segunda parte fue un recital de la lebrijana Inés Bacán, una señora quizás más apreciada en Francia que en su propia tierra, con su fiel acompañante Antonio Moya.  En Lebrija y Utrera, el fandango todavía se canta preferentemente por soleá, y así nos lo brindó Inés.  Después, una nana, soleá con aire de soleá por bulería, alegrías con algunos estilos de su bisabuelo Pinini, romance, que es otra gran tradición lebrijana, siguiriyas y bulerías.

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