Festival de Jerez. Encarna Anillo, Jesús Torres, David Lagos / Manuela Ríos

Jesús Torres, Encarna Anillo, David Lagos
Manuela Ríos

Martes, 26 de febrero, 2008.

Texto: Estela Zatania
Fotos: © Ana Palma

La jornada de martes en el Festival de Jerez empezó con la habitual rueda de prensa para presentar los artistas que actuarán al día siguiente, en este caso, el bailarín aragonés Miguel Ángel Berna, y Calixto Sánchez, que maestro de escuela que es (aparte de cantaor), convirtió su presentación en una amena conferencia acerca de las voces del flamenco y otros temas diversos de mucho interés.

Jesús Torres, Encarna Anillo, David Lagos
Bodega de los Apóstoles, 2100h

Por la noche en la bodega de Los Apóstoles, pudimos disfrutar de las actuaciones de tres jóvenes artistas que acaban de debutar discográficamente aunque son experimentados profesionales. 

El guitarrista Jesús Torres vino acompañado por la segunda guitarra de Arcadio Marín y la percusión de Antonio Coronel, además de las palmas jerezanas de Carlos Grilo y Lúa.  Veterano de acompañamiento, habiendo tocado para Manolete, Belén Maya, Merche Esmeralda o Cristina Hoyos, es autor musical de la más reciente obra de Isabel Bayón. Para esta ocasión empleó un tacto dulce de guitarra clásica para interpretar composiciones igualmente melodiosas en las que los nervios a veces pudieron con él, pero causó buena impresión.  Dios bendiga la respetuosa e inteligente percusión de Antonio Coronel.

La gaditana Encarna Anillo empezó por las alegrías de su tierra, y es cuando te das cuenta de lo que la guitarra controla el “aire”.  Juan Diego tocó con mucha musicalidad y buena técnica, pero la ausencia del clásico Do-Sol nos privó del feeling de la tacita de plata que normalmente nos invade cuando arranca una guitarra por alegrías.  La cantaora interpretó la malagueña de la Trini, uno de los estilos de Málaga que se escuchan poco por estas partes, y terminó por abandolao.  Por soleá empleó un curioso decir preciosista que parece augurar el comienzo definitivo de una nueva “ópera flamenca” que viene tomando forma desde hace casi diez años.  Una milonga susurrada mantiene el lirismo, y bulerías dedicadas a La Perla sirven de despedida.

Los hermanos Lagos, David al cante y Alfredo a la guitarra, “monstruos” en sendas especialidades, ofrecieron los momentos de más empaque, aunque también David se dejó lleva por el cante bonito.  Después de “una cosita de El Sevillano” donde logró recrear el sonido de éste, interpretó malagueñas que gracias a la magia de Alfredo se disolvieron en tangos del Piyayo y de Triana.  Por siguiriyas nuevamente empleó un decir melismático homenajeando a Chacón ¿pero no dicen siempre los jóvenes que los tiempos han cambiado y el cante debe evolucionar? ¿en qué quedamos?  Por alegrías y cantiñas dedicadas al maestro Chano Lobato, optó por dejar lucir su hermosa voz natural, y por bulerías en homenaje a la Paquera jugó todas sus cartas, que son muchas, demostrando poderío, afición y conocimientos.  El inevitable fin de fiesta reunió a todos los artistas, con la colaboración de Miguel Poveda e Isabel Bayón para un cuadro tan joven como insólito.

Manuela Ríos
Sala la Compañía, 2400h

A esta reducida sala secundaria del Festival hemos tenido que venir para empaparnos del color y olor del flamenco que tan a menudo vas buscando con lupa en estos festivales con vocación de satisfacer el amorfo gusto internacional.  Manuela Ríos, sevillana, dio una lección en como hacer mucho con pocos recursos, en lugar de poco con muchos, basándose en cuatro voces excelentes, una guitarra excepcional y su propia capacidad bailaora.  Valores humanos que ni siquiera hacen mella en las arcas públicas.

Manuela dejó su mejor interpretación en el primer baile, por soleá, donde su impactante presencia y (uso poco esta palabra) duende, alcanzó la última fila del teatro donde me había colocado.  Las voces privilegiadas del gaditano Miguel Rosendo (hermosa voz flamenca), el granadino Antonio Campos (se está convirtiendo en uno de los preferidos de los bailaores) y el Rubio de Pruna (no lo pierdas de vista), además de la joven e impactante Inmaculada Rivero, abrigan el baile de Manuela.  Parrafada aparte se merece Rafael Rodríguez, uno de los pocos tocaores actuales con personalidad propia. Y tan propia. Se convierte en protagonista cuando acompaña la soleá de pie y andando, despacha falsetas de Diego del Gastor actualizadas, hace música sorprendente con pizzicato o saca hilos de melodías famosas de la nada cuando menos te lo esperas; todo un showman de la guitarra en el mejor sentido

En resumen, un espléndido antídoto que borró recuerdos de algunos momentos menos brillantes que hemos vivido en estos días; gracias Manuela Ríos por recordarnos que el flamenco no es frialdad, sino la vida misma.


Salir de la versión móvil