Festival 30 Nits de Sabadell. Jóvenes y flamencas: Alba Guerrero/Rosario La Tremendita

Texto: Josep Ache
Fotos: Ana Palma

Jóvenes y flamencas: Alba Guerrero/Rosario La Tremendita
Festival 30 Nits, Pati del Museu d'Art. Viernes, 18/VII/2008.

 


Rosario Guerrero, La Tremendita (cante), Salvi Gutiérrez (guitarra), Alba Guerrero (cante) y Juan Ramón Caro, (guitarra).

Festival 30 Nits.

Flamencas porque quieren, porque pueden y porque saben

No se acaba el flamenco. Todo lo contrario. Crece, se enriquece, incluso sorprende y sobre todo emociona con nuevas voces, casi inéditas todavía,  como la de la trianera Rosario La Tremendita o la barcelonesa Alba Guerrero, que este viernes estuvieron en el Pati del Museu d'Art y, desde luego, cautivaron. Como diría Manolo Caracol, «porque quieren, porque pueden y porque saben».

Bastó con ver como Rosario, La Tremendita, se presentó en el escenario. En pie, mediada la introducción de su guitarrista, el también sevillano Salvi Gutiérrez. Brazos en jarras, mantón al hombro y emprendiendo sin más una zambra de la Paquera de Jerez. Toda ella estilo, de artista. Y, como cantaora, mucho compás y una voz muy personal, flamenquísima, oscura y brillante a la vez, a la que arranca destellos inauditos.

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Con unos bajos prodigiosos, sabe pellizcar a media voz. «Donde duele el cante», en la lección de Manolo Caracol. La zambra de la Paquera, que creó propiamente con su voz tan diferente a la de la histórica jerezana, fue tan sólo un aviso. La confirmación vino con la soleá por bulería; el estilo con el que, recién cumplidos los veinte años, consiguió el Premio Manolo Caracol, precisamente, en el Nacional de Arte Flamenco de Córdoba.

Temperamento de artista

Del recuerdo a Bernarda de Utrera, en los primeros tercios, fue a encontrar el legado de Pastora Pavón, Niña de los Peines. Por tangos, avanzado el recital, trazó un recorrido similar. por paralelo En este caso empezó por los de Granada para culminar en los de su Triana natal. Larga también, y brillante en el compás, en las bulerías con las que cerró su intervención. Y, en el bis, un fandango del Gloria cantado a palo seco y a pelo, sin guitarra ni micrófono.

Pero la pieza culminante de su recital, casi un retablo, fue aquella milonga de La hija de Juan Simón que, de Angelillo a Pepe Marchena, tanto recorrido tuvo en tiempos. La Tremendita, también en esto, es punto y aparte. Apuntó en los graves los melismas de Marchena. La alivió en un tono melancólico, casi minimalista. Y con ello dio nuevas cualidades, no menos intensas, a la emotividad que en la canción desborda al melodrama.

En un detalle de arte y frescura, ante tanta tristeza, sólo le faltó recordar que se trata «de una historia contá, que eso no ha pasao nunca…». Esa es la Tremendita que se siente y se sabe artista, que domina tanto los cantes como el escenario, y que incluso en la ironía hace los honores al diminutivo heredado de su padre y maestro, el bailaor José El Tremendo. Haberla visto ahora, en sus inicios, se recordará sin duda como un acontecimiento.

Barcelonesa y muy larga

Frente a su compañera de cartel, y por lo demás amiga entrañable, la barcelonesa Alba Guerrero no se quedó corta. Muy larga, en efecto. No en vano se ha curtido en los tablaos catalanes y va a licenciarse en cante flamenco por la Escola Superior Superior de Música de Catalunya (ESMUC).

Por alegrías, tercios muy personales, los clásicos gaditanos, las de Pinini y, en Utrera asimismo, el recuerdo a Curro de Utrera en las del cierre. Por tarantas, lo mejor de su intervención, con un Caro a la guitarra como el que llevó a Poveda hasta la Lámpara Minera. Fueron dos tarantas de Linares, en concreto. La última, muy característica en los cantaores de las minas onubenses.

Por bulerías, de los cuplés de Miguel de Molina o la Jurado a las de la Perla de Cádiz. Por tientos-tangos, de Camarón al repertorio clásico de Chacón para culminar en Triana y por Pastora. Y por fandangos de Huelva, tierra de sus padres, sobresalió al final en el debido homenaje a Paco Toronjo.

Pero habría un pero: A los jóvenes cantaores catalanes, formados en el cante atrás de los tablaos, da la impresión que les cuesta encontrarse alante. Lo resolverían noches como esta, y una mayor receptividad de las peñas o los programadores hacia los jóvenes profesionales. Lo merecen los artistas, el público y el arte, que ahí tiene el futuro.
Ojalá cunda el ejemplo.

 


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