Baile: María Pagés, María Morales,
Sonia Fernández, Mar Jurado, Cristina Tomé,
Guadalupe Torres, José Barrios, Emilio Herrera, Noé
Barroso, Joaquín Mulero, José Antonio Jurado.
Voces: Ana Ramón, Paco del Pozo, Ismael de la Rosa
“Bolita”. Guitarra: José A. Carrillo “Fyty”,
Isaac Muñoz. Percusión: Colaboración
especial: Tsidii Le Loka. Dirección: José María
Sánchez. Coreografía: María Pagés,
José Barrios.
Texto: Estela Zatania
El cuarto día del Festival del Jerez empezó
con el recital de dos jóvenes en el Palacio Villavicencio.
Diego del Morao ofreció un minirecital sin amplificación
de rondeña, soleá por bulería, tangos
y dos bulerías, una más contemporánea,
y la otra, Jerez puro. La segunda parte del programa fue dedicada
al cante de la joven Laura Vital con el acompañamiento
de Manuel Herrera. Producto de las enseñanzas de la
Fundación Cristina Heeren en Sevilla, y ganadora en
2000 del concurso para jóvenes de la Bienal, la señorita
domina las técnicas y formas del flamenco, pero su
voz y decir de tonadillera impiden que transmita como cantaora.
El conjunto, como teatro y como
entretenimiento, indiscutiblemente se merece un sobresaliente.
Resulta
tremendamente difícil escribir una reseña justa
y sincera acerca de “Canciones, antes de una guerra”
de la compañía de María Pagés.
Es el tipo de presentación que mete al crítico
entre la espada y la pared porque esta obra, aparte de haber
recibido toda clase de premios y reconocimientos y de provocar
una reacción eufórica en públicos muy
diversos, no goza, ni muchísimo menos, de una aceptación
universal. Algunos críticos hemos comentado el oportunismo
de un espectáculo digno de Las Vegas o Broadway y que
emplea elementos del flamenco como un chef su molino de pimienta:
un poquito aquí y allá para añadir interés,
pero siempre cuidadosamente dosificado para evitar un sabor
demasiado fuerte.
Tremendamente difícil de escribir la reseña,
pero no imposible. Sin personalizar excesivamente, intentaremos
desglosar los puntos positivos y negativos. Como dice el chiste,
“primero, la buena noticia”: “Canciones,
antes de una guerra” es posiblemente el producto más
pulido, profesional y cuidadosamente elaborado de la historia
del género. Todo el personal artístico es muy
competente, cada individuo en su especialidad. La coreografía,
escenografía, iluminación, vestuario, amplificación
y demás asuntos implicados en un empeño de esta
envergadura son prácticamente intachables, y el conjunto,
como teatro y como entretenimiento, indiscutiblemente se merece
un sobresaliente.
El sentir flamenco que muchos
han cruzado océanos para venir a buscar en Jerez, está
ausente.
Entonces (queréis preguntar) ¿cuál es
el problema? ¿Acaso no declaró el prestigioso
director William Friedkin que “el público jamás
se equivoca”? Pero esa famosa frase admite un sinfín
de matices. Por ejemplo, se supone que si los artistas hubieran
interpretado la obra desprovistos de ropa, la reacción
del respe hubiera sido incluso más eufórica.
Así queda descartada la afirmación de Friedkin,
al menos en su sentido más concreto. El termino “el
público” también admite matices. La euforia
colectiva es un estado contagioso del momento que puede engañar,
y los mismos que se han puesto en pie en el teatro, luego
sobre cervezas expresan, casi avergonzados, ciertas dudas.
Que la temática de cabaret de los años treinta
es explotada en exceso, que la señora africana no pinta
ni con el estuche grande de rotuladores, que el niño
que canta con ella es un detalle gratuitamente sensiblero,
que los movimientos serpentinos de la Pagés fascinan
pero no pasan de ser movimientos serpentinos, que el final
con mapamundi proyectado sobre el telón de fondo mientras
escuchamos la canción “Imagine” de John
Lennon insulta la inteligencia de cualquier adulto. Pero por
encima de todo, que el sentir flamenco que muchos han cruzado
océanos para venir a buscar en Jerez, está ausente.
Para bajar a tierra, en la Sala la Compañía
pudimos disfrutar del baile de la joven María José
Franco, pareja habitual de Antonio el Pipa, y para mayor esencia
todavía, varios artistas locales ofrecieron un cuadro
animado y sabroso en la peña Los Juncales en pleno
barrio de Santiago.