Especial IX Festival Internacional de Jerez 2005. Antonio Canales & Rocio Molina

 

IX
FESTIVAL DE JEREZ 2005.

Antonio
Canales

Rocío
Molina

Toda
la información del Festival de Jerez, reseñas

Antonio Canales, Lola Greco,
Diego Llori
“Carmen, Carmela”

Martes, 1 de marzo, 2005. 2100h. Teatro Villamarta, Jerez

Rocío Molina “Entre
paredes”

Martes, 1 de marzo, 2005. 1900h. Sala la Compañía,
Jerez

“Carmen, Carmela”. Baile: Antonio Canales,
Lola Greco, Diego Llori. Guitarra: Daniel Méndez, Paco
Iglesias. Cante: Herminia Borja, José Valencia. Banda
sonora: guitarra, Juan Víctor Rodríguez Yagüe,
José Antonio Rodríguez, Niño de Pura,
Serafín Arriaza. Flauta: Luis Orden. Percusión:
Pedro Vicedo. Bajo: Manuel Marbizón. Coro: Teatro Maestranza
de Sevilla. Coreografía: Antonio Canales. Adaptación
musical: Juan Víctor Rodríguez Yagüe.

“Entre paredes”. Baile: Rocío Molina.
Cante: Rafael Jiménez “Falo”, David Lagos.
Guitarra: Paco Cruz, Manuel Cazás. Percusión:
Sergio Martínez. Contrabajo: Miguel Rodrigáñez.

Texto: Estela Zatania

La necesidad de arriesgarse y
el rechazo de la banalidad son las caras de la moneda con
la que trafica Antonio Canales.

La guitarra de Javier Patino, y la cantaora Rocío
Bazán abrieron el quinto día del Festival de
Jerez en el ambiente íntimo del Palacio Villavicencio,
ambos jóvenes demostrando que el buen flamenco tiene
mucha cuerda todavía. Por cierto, a muchos no nos importaría
que en ediciones venideras del festival se ampliara este apartado
para incluir más recitales acústicas en lugares
recogidos de “cante con guitarra” (como ahora
se llama), de los jóvenes valores.

En el Teatro Villamarta, Antonio Canales estrenó su
obra más reciente, “Carmen, Carmela”, así
titulada porque es la clásica historia de Merimee,
pero en el idioma del baile español y flamenco: el
día anterior en la rueda de prensa Canales citó
la costumbre en Andalucía de apodar las Cármenes
como ‘Carmela’.


Foto: Luis Malibrán

Siempre te acercas a un trabajo de Canales con los dedos
cruzados detrás de la espalda. Como muchos genios,
es un artista desigual: la espontaneidad creativa no es un
don caracterizado por la igualdad o la constancia. Grandes
aciertos y grandes fracasos son la marca de autenticidad del
artista que tiene algo valioso que decir y no se conforma
con repetir fórmulas que han funcionado en el pasado.
La necesidad de arriesgarse y el rechazo de la banalidad son
las caras de la moneda con la que trafica Antonio Canales.

Hay exactamente tres bailaores: Canales, Lola Greco y Diego
Llori. Ni falta ni sobra, y esta reducida plantilla hace lo
que otros grupos multitudinarios no han logrado con pingües
presupuestos: una obra bien construida, interesante, entretenida,
muy español y muy flamenca. El grito espeluznante de
Canales, “¡Carmen!” cual Brando con su “Stella!”
de la obra “Un tranvía llamado deseo”,
abre la acción e indica que vamos a ver a un Antonio
Canales en su faceta interpretativa que tan bien domina. Si
en la Bienal de Sevilla vimos al bailaor envejecido y cansado,
aquí ha vuelto a encontrarse y está en toda
su salsa.

Los cantaores Herminia Borja con
su cálida voz rozada, y José Valencia con la
suya agresiva, joven y tan flamenca, demuestran la importancia
de contar con buen cante

La música entreteje guitarra con la partitura de Bizet,
evitando el evidente peligro que esto implica, y se alternan
escenas teatrales y baile con la misma soltura. Corresponde
un chapó para el director Miguel Narros, porque versiones
de Carmen las hay para vender y regalar, pero se ha logrado
que volviera a nacer la historia clásica con toda su
pasión y tragedia.

Lola Greco, magnífica, fascinante…si María
Pagés es todo brazos, esta mujer es piernas, y hace
lo imposible con ellas. Alguien tuvo la pícara idea
de montar un baile para la señora en paños menores
de color negro, y ha sido un acierto realizado con impecable
gusto. La Greco interpreta uno de los bailes fumando un cigarrillo
recordando a Marlene Dietrich, y sus expresivos ojos proyectan
hasta la última fila. También nos regala varios
bailes puramente clásicos que demuestran la admirable
preparación de la bailarina bailaora.

Diego Llori cumple estupendamente, destacándose con
su farruca y siguiriya, y logra lo imposible al no perderse
en las sombras gigantescas de sus dos compañeros. Los
cantaores Herminia Borja con su cálida voz rozada,
y José Valencia con la suya agresiva, joven y tan flamenca,
demuestran la importancia de contar con buen cante –
sin ellos la obra hubiera resultado empobrecida.

Hace tiempo que Canales adquirió para esta que os
habla, aquella condición de gracia en la que un artista
rezuma genio incluso en sus peores momentos. En Carmen, Carmela
abundan los buenos momentos del bailaor, sin que alcance la
cima de sus posibilidades. Pero cualquier posible falta danzística
es más que compensada con su poder interpretativo que
es convincente incluso en los momentos más dramáticos.

Rocio Molina
(foto: © Javier Suarez)

Si el Festival de Jerez diera un premio “joven revelación
de baile”, la bailaora Rocío Molina (Málaga,
1984) lo hubiera ganado el lunes con su actuación en
la Sala la Compañía. Te obliga a buscar adjetivos
halagadores que no se han gastado con otros genios… Indiscutiblemente
es original, y no es corriente encontrar tanta personalidad
en una con tan pocas primaveras. Malagueña para entrar
en tangos del Piyayo, guajira, soleá…pero los palos
son lo de menos porque estamos ante un señora bailaora,
una artista que todavía no está del todo hecha
pero que ya exhibe más entereza y genio que algunas
figuras consagradas.

Un estado de delirio o éxtasis
cuasi religioso que resulta tan fascinante como inquietante

Con un cuerpo curvilíneo que pudo haber salido de
un cuadro de Rubens (necesita un vestuario más favorecedor),
demostró una extraordinaria capacidad para emocionar
yuxtaponiendo contrastes: realiza algunos de los movimientos
más sensuales, sutiles y seductores que se han visto
en el baile flamenco, pero si parpadeas, la bailaora se convierte
en acero frío. Hay momentos de humor e ironía,
incluso la parodia y caricatura de pasos trillados llevados
hasta su última consecuencia, y ocasionalmente la bailaora
muestra un estado de delirio o éxtasis cuasi religioso
que resulta tan fascinante como inquietante. Dominio, buen
gusto, inteligencia y un compás infalible respaldado
por su fuerza física hace que Rocío Molina sea
una figura imprescindible en el panorama del baile flamenco
joven.

A la una de la madrugada en la Peña Amigos de Estrella,
Dolores Arriaza and J. M. Oviedo ofrecieron su arte a los
que no les importaba seguir la marcha a pesar de la copiosa
lluvia que no ha podido mojar el entusiasmo de los que han
acudido al festival.

 

 

 



Salir de la versión móvil