El flamenco generoso de David Coria pone al público de Jerez en pie

David Coria - Festival de Jerez

David Coria - Festival de Jerez

Texto: Silvia Cruz Lapeña

Fotos: Ana Palma

Compañía David Coria “El Encuentro” con Ana Morales colaboración especial.
XXI Festival de Jerez – Teatro Villamarta

 

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David Coria no baila bien, baila de escándalo. Tiene una estampa ideal en el escenario, una pierna poderosa y precisa que además es elegante. Aprieta, pero jamás se pasa y ejecuta, a día de hoy, las piruetas masculinas más hermosas del flamenco. Todos esos motivos, los que le hacen especial, contribuyen a que se  hagan muy largos los 45 minutos que tarda en bailar solo. Cierto es que El encuentro, “diez historietas de amigos”, es una obra coral, pero con su propuesta Coria deja a sus fieles con más ganas de Coria. 

La “fiesta” empieza con pasodoble grabado y toques de ingenio. En la línea de muchos de los espectáculos que se están presentando en el Festival de Jerez, este también tira de guión, de escenas humorísticas y de alguna frase declamada. Esa música, como el jazz swing del cierre, parece sacada de una gramola y junto a los vestidos largos de las chicas, las chaquetas de los chicos y un micrófono de pie vintage, hacen pensar en un capítulo del Gran Gatsby de Scott Fitgerald o en una soirée musical e improvisada en un apartamento de Nueva York. El arranque, con todo el cuerpo de baile en escena alterna movimientos de la danza contemporánea con detalles flamencos, hasta que el disco para y entran los músicos.

A partir de ese momento, la historia se pone más jonda y empieza la sucesión de sketches: de la “conversación” entre hombre y mujer, pasando por la “charla” entre amigas e incluso el encontronazo entre hombres, las escenas se van sucediendo y todos los bailarines tienen su momento. El de Coria llega con la farruca para la que le acompaña la guitarra de un estupendo Jesús Torres, que además ha compuesto las músicas de este espectáculo. Coria clava cada movimiento. Hinca la rodilla en el suelo un par de veces haciendo de un gesto en apariencia brusco, pura poesía. Hasta esos extremos llega la elocuencia de su cuerpo, con el que colabora en la alboreá y la caña y baila unos tanguillos de Cádiz con mucho gracejo acompañado de un impecable Rafael Ramírez para volver al solo por martinetes, en otra actuación para enmarcar.

La invitada especial de El encuentro es la bailaora Ana Morales, incondicional de Coria, con el que tan bien se entiende sobre las tablas. Su solo por tangos es delicioso. Vestida de rojo, con un vestido vaporoso, aparece en escena cubierta por la certera voz de Londro, que cantó el “Vino amargo” de Rafael Farina, letra con la que ella adopta miradas y ademanes de hechicera. Por momentos aparece delicada, seductora y peligrosa en otros, y sugerente siempre. Baila de cuclillas, con crótalos en ambas manos que hace sonar en pocas ocasiones y muy escogidas, sonido que acaba de darle atributos de sibila a su personaje.

El punto fuerte de la obra es el nivel de sus bailaores. Por ejemplo, el de Paula Comitre, secundaria que a ratos casi se come a sus compañeros. Su presencia es flamenquísima, pero también es precisa y tiene imán, un algo que además de bailaora la hace artista. En conjunto, se echó de menos algo más de riesgo, detalles que le den personalidad al show y no recuerden tanto al Ballet Flamenco de Andalucía, de donde vienen muchos de sus artistas. El público aplaude y se levanta ante un Coria del que habla muy bien su generosidad, pero en El encuentro esa esplendidez lo convierte en nexo de las conversaciones que narra, no en protagonista, y es una pena porque él, por aptitudes y esfuerzo, ha nacido claramente para brillar. 

Galeria fotográfica – David Coria – por Ana Palma

 

 

 


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