Crónica desde la Biënnale de los Países Bajos 2013 (II)

Texto: José María Castaño

 

Crónica desde la Biënnale de los Países Bajos 2013 (I)

Tras el concierto de Arcángel con la Academia del Piaccere volvimos a la sede central del festival en el Hotel Lloyd de Ámsterdam. Carmen Linares, Faustino Núñez y servidor decidimos cruzar al restaurante Pata Negra por aquello de saborear su microclima español y las tapas de nuestra tierra.

En animada tertulia comentamos la enorme potencialidad de nuestro arte en el extranjero y el respeto con el que era tratado. Faustino nos recordó que hasta hace unos años para sacarse el título superior de guitarra flamenca había que acudir a Rotterdam. Incomprensible pero cierto. Abundó el gaditano de adopción que tampoco entendía por qué no hay un solo minuto sobre el arte flamenco en la televisión española ni en la andaluza y “están todo el día en la tele Alaska, el Vaquerizo y Belén Esteban…”.

“Cuéntanos algo del carnaval de Cádiz y dejemos a un lado estos temas que uno se rebela. Mira que un programa de radio flamenco como Los Caminos del Cante con 20 años en antena está prácticamente sufragado por mecenas del País Vasco” – le comenté algo indignado.

Llegamos al hotel a esperar a Diego Carrasco y los suyos. Allí estaba ya Arcángel y su comitiva festejando el cumpleaños de Miguel Ángel Cortés por lo que había un buen ambiente. Predisposición a cuanto la noche iba a deparar diríase.

Sobre las dos de la madrugada llegó el Tate y la family band. Estaban muy contentos porque el bolo de Rotterdam había salido superior. La buena compenetración entre los músicos y un sonido espectacular fueron las causas del regocijo y… del peligro inminente.

No hace falta mucho para animar a los Carrasco. Dos medias botellas de Tío Pepe y el compás saltó por los aires. La banda arropaba con sus palmas a Diego quien contagiaba su endiablado sentido del ritmo a los presentes.

Muchos se preguntan cuál es la fórmula secreta de los jerezanos para dominar el compás de esa forma. Para ello hay que mirar al trasluz de la botella verde del Tío Pepe para comprenderlo.  Es como la pócima preparada por un Panorámix bodeguero desde tiempo inmemorial que abre los sentidos al cante de forma muy especial. Claro yo estoy convencido que Diego Carrasco de niño se cayó en la marmita en forma de bota de roble.

“Mira – refiriéndose a Arcángel y a Cortés – vamos a hacer aquí el ensayo de mañana, con arte… A ver si os gusta esta bulería guasona, antes era el latero de mi calle y como ya es del siglo XXI es ahora el latero sideral jajajajaja…”

El “gurú del compás” comenzó a soltar esas letras suyas llenas de ingenio pasadísimo de soniquete:

“¿Y el Titanic?… ¿no es chatarra el Titanic? … Para desguazar el Titanic…”

A lo que respondió el grupo: “Buzos gitanos de Cádiz”…

Así cayeron unos tras otros los temas del disco. Lo que se dice un ensayo en toda regla mientras las horas caían como por arte de magia. El Tío Pepe seguía corriendo y haciendo cantar. A propósito de cómo ya lo he bautizado en un trabajo: el vino cantaor. 

En pleno auge nos trasladamos al Restaurante Pata Negra cuando por poco si aparece un oso polar con un forro polar  y bufanda. Arriba, el mismo dueño había montado la “Caverna Intergaláctica” (como suena) a modo de sala de fiestas.

Fue allí donde se acopló al grupo Raúl Rodríguez (hijo de Martirio y ex Son de la Frontera) con su tres cubano. Es increíble cómo se entienden los flamencos sin haber tocado junto jamás. Diego cantando, Anés a la percusión y Raúl con su tres. Y aquello sonaba de bien para arriba haciendo que la fiesta subiera de temperatura.

Luis de Periquín toma una caja y el Tate anima al excelente músico: “A ver a ver cómo suena esto con el sobrino Raúl”…

Faustino Núñez lo flipaba: “Ya dije yo que a ustedes este tipo de instrumento y este Raúl que es un fenómeno os vendría de perlas”.

Diego Carrasco: “sigue, sigue por ahí…

…Si yo tuviera a mi mare
Con un beso
Se me quitarían los males
Porque hay luna llena en París
Y yo sin tus besos
Yo sin tus labios
Yo Sin tu cuerpo
Para acariciarlo…”

Les aseguro que una auténtica pasada. Pero lo que ocurre en estos casos: se produce una balsa temporal donde todo se olvida incluido el reloj y ese mismo día (en unas horas) había que trabajar de nuevo…

El medio día de Amsterdam nos sorprendió con una nevada intensa. Menos mal que llevaba una botellita de Solera 1847 que le echamos a un buen consomé y se vinieron los cuerpos arriba.Dice Joaquín Sabina en una de sus canciones: “Porque hay besos de esos que dan que resucitan a un muerto”. Como los del vino amoroso de Jerez qué duda cabe. Ideal para motivarse en una jornada especial ya que la Bienal de Holanda aquella tarde iba a homenajear a nuestro Moraíto siempre presente en nuestra mente y en nuestros corazones. La motivación era doble o triple.

José María Castaño (Amsterdam, 2013)

 


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