Chano Lobato – Moraíto. Sala La Compañía Jerez de la Frontera.

 

Chano Lobato y Moraíto

Jueves, 14 de junio, 2007.
Sala la Compañía, Jerez de la Frontera

No ocurre todos los días. Dos ‘monstros’. Dos generaciones representando a dos pueblos eminentemente flamencos, separados por 40 kilómetros, y unidos, no sólo por su geografía, sino también por un largo pero amistoso historial de rivalidad. Cuando el Regional Express deja atrás la estacion de Jerez en dirección sur, empiezas a ver juncos, la tierra se vuelve arenosa y la luz refleja de otra manera.Jerez: vino, caballos, la dinastía de los Morao personificada por Manuel Moreno Junquera, “Chano Lobato”. Dos de las figuras más queridas y admiradas del flamenco hoy en día. No es posible ser más jerezano y gaditano respectivamente.

Ha sido un recital histórico en este año cuando el cantaor cumple 8 décadas, y es el objeto de diversos homenajes, más notablemente el que le será rendido en agosto en el Festival de Cante de las Minas de La Unión. Lástima que incluso con las entradas repartidas gratuitamente gracias al patrocinio de la entidad financiera BBK, la recogida sala no terminara de llenarse. Pero los que hemos estado allí hemos gozado de una velada llena de sabores y esencia flamenca.

En la primera parte, el guitarrista, tocando en su propia plaza, ofreció un mini recital haciendo gala de su “decir” honesto y directo condimentado con una discreta ración de armonías contemporáneos, la justita para actualizar sin deformar la escuela guitarrística desarrollada por su familia, más notablemente su padre y tio, Juan y Manuel Morao. Siguiriya, soleá, los emblemáticos tangos y bulerías.

No es posible ser más jerezano y gaditano respectivamente

Llega el tío Chano, y la fuerza del cariño de los presentes le infunde fuerza para la faena. Empieza con un hilillo de voz perfectamente apto para los delicados tangos de su tierra, recordando a Aurelio, Pericón, Manolo Vargas y tiempos más sencillos cuando un joven cantaor no pudo haber imaginado que su arte tendría relevancia en un futuro globalizado y dinerizado. Según va cantando, la voz de Chano adquiere fuerza, y los años van desprendiéndose a través de letras saladitas. Al terminar, el mismo Chano exclama “¡ya estoy un poquito mejor!” y los aplausos del público le dan la razón.

Por soleá con el sabor de la bahía, y el “babeo” específico asociado que le sale con absoluta naturalidad.Es un sabor diferente al de Utrera o Jerez, una especie de dulzura rancia que siempre ha caracterizado el cante de esta parte del mundo flamenco.Alegrías – “vamos a acordarnos de Ignacio Espeleta” – y ningún miembro del respetable puede reprimir una sonrisa adelantada – “¡…y tan bebío que iba, que ni ‘te veo doble’ ni na’!”.

“Y los flamencólogos, como saben tanto…”, dicho con máxima ironía y gestos a la par, provoca risitas de complicidad, y Chano nos habla de la Malena, la Macarrona, Ignacio Sánchez Mejías y la gente del legendario espectáculo de Argentinita, Lorca y Falla, “Las calles de Cádiz”, que pronto será recordado y homenajeado en una obra nueva. Moraíto le da la entrada en Do, rezumando todo el sabor y salitre que eso implica, y Chano recrea sus cantes como si fuera la primera vez, la delicia del cante de las Mirris y otras cantiñas antiguas.

El final es un apoteósico tanguillo, si dicho palo puede alguna vez ser “apoteósico”, pero el público no le deja escapar sin un fin de fiesta respaldado por el soniquete de Rafa, Chícharo, Gregorio y Bo donde no falta la graciosa pataíta de nuestro Chano, y el abrazo que le da Moraíto es el colofón más elocuente.

 

 



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