Canela de San Roque / Pansequito / José Mercé

FESTIVAL FLAMENCO CAJAMADRID 2007

Canela de San Roque / Pansequito / José Mercé
Teatro Albéniz. Madrid. 2 de febrero, 2007. 20.30h

FLAMENCO EN EL ALTIPLANO

“LAS RAÍCES DE UN ARTE”
1ª Parte Cante Panseguito, guitarra Diego Amaya.
2ª Parte CanteMoraíto.

Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas Lara

A priori era el cartel que más expectativas podía levantar al tratarse de tres cantaores de alto nivel, los tres de la misma provincia pero también con modos estéticos casi opuestos. Había en el público una esperanza de de pelea, de rivalidad, de que la noche pudiera estar reñida, pero al final resultó bastante plana.

Romper el fuego en este cartel debe ser complicado y, en teoría, el primero de los protagonistas marca el nivel mínimo, pero en este caso no quedó demasiado alto. Salió Canela excesivamente arrebatado, demasiado chillón y acelerado. Sabemos que el de San Roque se encuentra más cómodo en los tonos altos, pero también sabemos que otras veces ha cantado más sosegado consiguiendo noches memorables, como la que hizo hace algún tiempo en la Sala El Juglar de Lavapiés que quedó registrada y posteriormente editada en un disco. Pero anoche fue otra cosa. Es como si se arrebata un guiso: los ingredientes se hacen, pero la salsa no se traba, las texturas son otras y el sabor cambia. Pues eso es lo que pasó con Canela. Tampoco la “kale borroka” que vino de su tierra expresamente a verle ayudó mucho al sosiego necesario, ya que no paraban de jalearle y animarle exageradamente desde el patio de butacas. Niño Jero cumplió bien, pero tampoco puede decirse que sobresaliera.

Panseco pegó un frenazo tan brusco que casi nos duerme al principio, pero aún así se agradeció el alivio. El toreo tiene que ir despacio. Salió algo nervioso, como él mismo reconoció, y quizá eso impidió que su cante transmitiera más, a pesar de que se entregó con generosidad. Hubo algún pellizco, mucha voluntad y, desde luego, la degustación de un modo personalísimo de expresar el flamenco. El último tercio de su actuación fue la más cálida y por bulerías estuvo fenomenal, al igual que en los fandangos que hizo sin micrófono. Hay que ver qué bonita resulta la voz flamenquísima de Pansequito así, al natural. Diego Amaya, fantástico.

Salíamos al descanso y se escuchó más de un “¡bueno, a ver qué hace ahora Mercé!”. Y lo que hizo Mercé fue cumplir con la profesionalidad y la calidad que le caracteriza, pero sin tener una noche especialmente memorable. Conviene no olvidar, sin embargo, que estamos hablando de uno de los cantaores más grandes de nuestro tiempo por muchas razones: por su rajo de su voz, por su forma de dolerse, por su dramatismo, por su manera de pelear el cante, etc., de modo que un Mercé a medio gas sigue siendo mucho Mercé. En cualquier caso, a punto estuvo de quedarse sin bis. Sólo ese público digamos “no especializado” que atrae el jerezano le pidió el “Aire”, pieza que por cierto, no cantó. Moraíto, como siempre. Es decir, muy bien.

Noche, por tanto, más bien plana: correcta, con un nivel alto pero sin grandes momentos.

Y unas últimas líneas para subrayar la calidad de la afición madrileña, siempre respetuosa, que sabe reconocer la labor de los artistas y valorarla con una gran ecuanimidad. Ocurre en general en el teatro, en el mundo del toro y, desde luego, se mantiene en el ámbito del flamenco. Lo hemos constatado a lo largo de esta edición del Festival Cajamadrid donde no se ha aplaudido al nombre, sino al trabajo demostrado, lo cual no quita que haya nombres que atraigan a otros públicos y, estos sí, juzguen con menos imparcialidad. El mismo Canela de San Roque espetó un par de veces “¡Viva Madrid, que sabe escuchar!”. Lástima que sus seguidores no siguieran el ejemplo.

 

Especial XV Festival Flamenco Caja Madrid

 

 



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