Aurora Vargas y Pansequito. Una 'convidá' a la vida

Aurora Vargas

Aurora Vargas

Sara Arguijo

Fotos: Adam Newby

Ficha artística. Título: Navidad Flamenca. Sevilla, El Puerto y Jerez.

Voz: Aurora Vargas y Pansequito Guitarras: Domingo Rubichi y Fernando del Morao Cante y Baile: Las niñas del Mono de Jerez. Rocío, María y Nibe. Percusión y baile: Rafael Junquera y Chicharo de Jerez. Zambomba e instrumentos navideños: Gregorio Fernández. Baile: Fernando Jiménez. Lugar: Teatro Lope de Vega de Sevilla. Fecha: viernes 15 y sábado 16 de diciembre. Aforo: Lleno

Lo de Aurora Vargas es puro fuego. Pasión, nervio, arrebato, euforia, luz. Un magnetismo tan natural que hace que una vez que la tienes enfrente no puedas dejar de mirarla. No vaya a ser que con el despiste se te escape una de sus sonrisas. Por eso, da igual cómo se llame el espectáculo que el público agota las entradas, sabedor de que la cantaora lleva la fiesta pegada a las pestañas.

Este sábado la invitación era compartir una ‘Navidad Flamenca’ que fue “¡Un privilegio!”, como gritaron desde el patio de butacas. Para ello, abrió de par en par la puerta de su casa, organizó el cotarro y trajo un riquísimo repertorio de villancicos populares de Jerez, Sevilla y Los Puertos –desde Los caminos se hicieron, a Una pandereta suena o Échale carbón– que eran en realidad la excusa para celebrar la vida. Arropada por un excelente cuadro integrado por las guitarras de Domingo Rubichi y Fernando de Morao; las palmas, percusión y coros de Rafael Junquera, Chicharo de Jerez y Gregorio Fernández y las voces de Las Niñas del Mono de Jerez, entregadas a la tata, y que protagonizaron momentos estelares cantándole al baile temperamental de Fernando Jiménez. 

También estaba anunciado en cartel Pansequito. Pero su eco único, su jondura y la estupenda adaptación de taranto, seguiriyas y soleá por villancicos en los que demostró por qué es uno de los grandes del flamenco, quedaron eclipsados por la bravura de la Vargas. Que fue, a todas luces, quien ejerció de anfitriona, dándolo todo con la misma generosidad, disposición y cercanía con que sostienen las riendas familiares las mujeres de esta tierra. “Esperad que me voy a cambiar los tacones”, dijo en un momento dado como la que está con los suyos en su salón.

De esta forma, Aurora se propuso echar fuera las penas y pagó la ‘conviá’ a la alegría haciendo que todos nos sumáramos al guateque.  Por eso, la gente se removía en los asientos, tocaban incontrolablemente las palmas a compás, tarareaban los estribillos y no se paraba de escuchar piropos a la cantaora. “¡Guapa, qué arte hija!”, y así a cada rato.  

No tiene sentido, por tanto, que hablemos de la poco apropiada iluminación o de los problemas de sonido que deslució algunos temas. Ni siquiera de las cualidades vocales de una artista cuya grandeza está mucho más en lo que contagia. Lo verdaderamente significativo, por tanto, es que de ese teatro salió todo el mundo con una sobredosis de energía y con ganas de seguir la diversión. Y “esto, en el flamenco, ya no se ve”, se comentaba en la cola del aseo. Así que advertimos, sea cual sea el motivo no se pierdan nunca a Aurora. 

 

 


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