Agujetas en Rota. 'Dinastia del cante gitano'. Agujetas de Jerez, Diego Agujetas, Gitanillo de Bronce, Antonio Soto, Kanako

Agujetas en Rota
”Dinastía de cante gitano”

Sábado, 15 de diciembre, 2007. 2100h.
Auditorio Alcalde Felipe Benítez. Rota (Cádiz)

Texto: Estela Zatania

Cante: Agujetas de Jerez, Diego Agujetas, Gitano de Bronce.  Guitarra: Antonio Soto.  Baile: Kanako.

EL ÚLTIMO CANTAOR

Un pueblo pesquero convertido en turístico de la Costa de la Luz.  Un teatro medio vacío a pesar del módico precio de las entradas.  No hay programas.  Al parecer, ningún medio está presente.  Es uno de los acontecimientos flamencos de mayor impacto y relevancia del año.


Agujetas (foto: Rafael Manjavacas)

Manuel de los Santos Pastor, “Agujetas”, a menudo solía decir que cantaores, sólo había dos: él y el Chocolate.  Cuando éste nos dejó hace dos años, la cuenta quedó irremediablemente reducida por la mitad, y nos quedamos con el viejo león.  Evidentemente hay otros cantaores, pero lo que dice Agujeta no es ningún disparate: con sus facultades, características y vivencias, su capacidad para despertar a los duendes, para plasmar los elusivos “soníos negros”, no sería imposible nombrar a otros, pero sí, harto difícil.

Por este motivo el hijo de Agujeta el Viejo, y padre de Dolores y Antonio, es uno de los artistas más admirados y enigmáticos de la actualidad flamenca.  A pesar de una personalidad tan rancia y auténtica como su cante, la afición más arraigada está permanentemente a sus pies, porque Manuel nos entrega el cante tal como lo soñamos la mayoría de los aficionados: sin adornos, anárquico, bestial, imprevisible, patético, quejumbroso – con línea directa de su corazón a los nuestros, sin pasar por el proceso intelectual, y obviando toda superficialidad.  En el mercado globalizado que exige un producto pulido y perfecto, con buen sonido e iluminación, un atrás de diversos instrumentos y percusión, en fin, una presencia, este hombre no tiene paciencia ni interés en tales pequeñeces porque sabe que todo está dicho con su cante.  El mensaje en todo momento es “aquí estoy yo, lo tomas o lo dejas”, y por mucho que se le critiquen por otros motivos, su integridad artística es absoluta.  Más no se puede pedir de ningún artista de ningún género.

Sin pasar por el proceso intelectual, obviando toda superficialidad.

Se abre el telón del hermoso teatro, y aparece Diego Agujeta, hermano de Manuel, ondeando los brazos cual futbolista victorioso.  El malagueño tocaor, Antonio Soto, que no abandonará el escenario durante las casi dos horas y media sin descanso que dura la función, se sienta a su lado.  La pauta que va a seguir Diego, igual que el resto de la familia, va a ser solea, siguiriya y fandango.  Para los que se quejan de que siempre es “sota, caballo y rey”, ojo, entre esos tres palos hay un universo de estilos, y el buen conocedor los disfruta como nuevos cada vez.  Incluso insistiendo en los mismos cantes, retales mezclados de diferentes comarcas, fragmentos no identificados y giros absolutamente originales, hasta repitiendo versos, cada instante trae sorpresas.  Es cuando te das cuenta de la poca importancia de los estilos y versos comparado con lo que pone el cantaor, que es el noventa y nueve por ciento, el color de cada personalidad.  El decir de Diego es inconfundiblemente de la familia, pero con una hiriente delicadeza que Manuel no exhibe y que recuerda al padre. Muchos gritos de “¡Diegooo!”  Fandangos valientes, la malagueña del Mellizo para variar el menú, pero distinta a como estamos acostumbrados a escucharla, y para terminar, una abreviada historia de moros con el romance por soleá.

Recoge el testigo el “Gitanillo de Bronce”, Miguel Pastor de los Santos, primo hermano de Manuel y Diego.  Vestido y peinado a lo dandi, su extravagante apariencia parece destinada a disimular posibles carencias cantaoras, pero sobre la marcha demuestra su valía, luchando con facultades disminuidas, calculando bien y ofreciendo las únicas bulerías de la noche con versos que huelen al Tío Chalao y la Plazuela, con algún guiño para el Chozas.  A todo esto, chapó a Antonio Soto que como los maestros antiguos, de cuando mandaba el cante y no la guitarra, no quita ojo del cantaor y logra acompañar a estas anárquicas voces gracias a sus largos conocimientos y buen gusto.

 
Antonio Agujetas / Antonio Soto (foto: Estela Zatania)

Durante un par de minutos el escenario queda vacío esperando la llegada del patriarca.  Cuando por fin aparece, la gente enloquece y Agujeta está visiblemente agradecido, de hecho, está de un excelente humor y viene dispuesto a entregarse.  Empieza por soleá, e instintivamente quieres ubicar los estilos, pero todo está revuelto, con sentido y gusto, que conste, el estado más natural del cante.  En lugar de repetir fórmulas de otros, Manuel busca las suyas propias inspirándose en el cante heredado de sus antepasados.  Como es habitual en él, son cortas ráfagas de cante…tres versos y termina, vuelve a cantar por soleá, y otra vez cierra…  Es una estructura que no acaba de funcionar en grabación, pero en directo parece lo más natural del mundo, porque no busca los aplausos, sino otra cosa más importante y elusiva.  Por siguiriyas, ese característico sonido ancestral, nasal, sin los remates dramáticos que emplean otros, terminando con un simple gesto de la mano.  Canta sus fandangos inspirados pero desorganizados, cinco estrofas, cuatro, Soto sudando pero aguantando todo lo que le eche Agujeta, que luce una traviesa sonrisa, contento de lo que está haciendo y de la efusiva respuesta del público.  Comparte su “gazpacho” con Soto, hay risas, aplausos, de pronto el teatro se ha convertido en un tabanco a la antigua.  Agujeta pregunta al público qué quieren escuchar:  “¡cantiñas!” grita uno. “¡Carapiera!”… ”¡tientos!”… ”¡martinete!”  “Vale” contesta el viejo león, “bulería pa’ escuchar”, y Soto coloca la cejilla al 7 por arriba…esta es la fiesta de Manuel Agujeta y somos los invitados.  A continuación, “voy a hacer una cosa muy antigua de mi pare” que resulta ser tonás con un sabor agrio, peculiar, punzante…

 
Gitanillo de Bonce / Antonio Soto (foto: Estela Zatania)

Aparece el hijo Antonio para hacernos trizas con su siguiriya.  Kanako, la señora de Agujetas, baila bulería por soleá y un baile a palo seco de combinaciones percusivas con pies y bastón.  Sigue el patriarca, por soleá, fandangos, malagueña; a Chacón le sorprendería lo que hace Manuel con su creación.  Y cuando son las once y media pasadas, todo finaliza con otra siguiriya y el público en pie.

 


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