VERDE, QUE ME PONGO VERDE?

¡Jo,qué envidia! Me doy cuenta de que me pongo verde cuando veo la seguridad con que hablan o escriben los 'expertos' del flamenco sobre un Manuel Cagancho, sobre Frasco el Colorao, sobre la Andonda? Se diría que fueron amigos del cole, que compartían el estuche de colorines, confidentes de problemas amorosos y dudas existenciales de toda clase. ¡Con qué autoridad se afirma que la siguiriya de Tío Perico el Mollatoso tiene dos tercios de la del Mollejas de Jerez! ¡¿Cómo no me va a poner verde esa sapiencia?!

No importa que no sepamos un carajo de uno ni de otro, eso es secundario…lo mismo que resulta secundario el que tampoco exista una primitiva y mísera grabación de aquellos cantaores para fundamentar, aunque sea superficialmente, lo que se asevera con tanta certeza. Lo que importa, lo único que cuenta es que “yo digo…”, “esto es así”, “la experiencia indica…”, “lo tengo comprobao…”.

¿Por qué no vamos probando a tener una mijita de vergüenza, señores? No es tan difícil, la verdá…

Si en el mundillo taurino se solía decir que “de toros no saben ni las vacas”, me parece que esto se complica todavía más en cuanto al flamenco se refiere. ¿Pensáis que leer un libro de Quiñones, Grande, Climent, etc…. comprar veinte Cds, memorizar cuatro nombres, cinco fechas, seis estilos, hablar un rato en cualquier festival con un cantaor y una bailaora es suficiente para SABER?

Conocer, más que saber, un poco de flamenco, creo que es todo lo que se puede esperar alcanzar después de muchos, muchos años de vivirlo, de hacerlo (peor o mejor), en cualquiera de sus tres vertientes. No solamente las artes y sus manifestaciones son imposibles de medir tal como se mide, en unas olimpiadas, al que más corre, al que más peso levanta, al que más alto pegue el salto. El arte lo mide cada uno, subjetivamente, de acuerdo a sus experiencias personales, gustos, entornos, etc. Yo podría decir tranquilamente que me gusta más escuchar a Mairena que a Caracol…simplemente eso: “me GUSTA más Mairena”…y nadie tiene el derecho de decirme que estoy equivocado o que soy gilipuertas, cuando mucho decirme que no coinciden conmigo y que prefieren a Caracol. Vale. Hasta ahí vamos bien. Lo malo es cuando me quieren decir “Mairena no sabía abrir la boca pero Caracol era un monstruo”…o viceversa. Entonces tienen que saber demostrármelo, digo yo. Y eso no va a ser fácil. Nunca lo ha sido, ni en esto ni en mecánica automotriz, a no ser que se sepa de lo que se habla. Decía Cela que “lo malo de quienes se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una”.

Cómodo resulta que nos den todo pre masticado, fast food intelectual, el Macflamenco…

¿Cuántas de estas “autoridades” flamencas pueden seguir a compás un cante cualquiera, sin dudar, marcándolo sobre una mesa, sobre la rodilla, con las palmas…? ¿Habrá que repetir otra vez, a estas alturas, que el flamenco fuera de compás no vale un puñetero rábano? (No vayamos a confundir esto con los estilos libres, sin compás). Pueden llevarse a cabo las virguerías más increíbles que uno imagine que, si no están a compás, serán solamente objeto de burla y risas entre los que son entendidos en serio. El compás es la estructura, el andamiaje del cante, la condición indispensable e insustituible para los estilos más importantes dentro del universo flamenco. Y esto va a misa, se diga lo que se diga sobre que “la importancia del compás no es tanta como se cree…”. Vamos, eso suena a paparruchada camelífica, la verdad. Y está dicho, obviamente, para justificar una ignorancia supina, na’más.

Pero no era ese el asunto que motivó esta pequeña rabieta, ahora que me doy cuenta. El asunto era cómo se hacía para alcanzar y disfrutar de esa autoridad, esa certeza, esa seguridad que te permita hablar sobre personas que vivieron hace más de cien años y de quienes se sabe poco, tan poco, que a veces solamente es el nombre lo único que nos ha llegado. Hay que tener mandanga para afirmar que Tío Oveja hizo esto o aquello con el cante de tal o de cual; que inventó, creó o copió éste o aquel estilo de soleá, siguiriya, toná… (Nunca he utilizado, ni utilizaré, el término “palo”…creo que habría que aplicarlo, o aplicarlos, en otros sentidos y lugares del cuerpo). Y lo curioso es que los que realmente cantan o tocan nunca se preocupan por tales detallitos, salvajes incultos que son, ya ves…

Servirse de falacias al hablar o escribir se ha convertido en algo usual y corriente, y todo requetebién documentado aunque la interpretación de los datos sea un deporte de los más creativos. Pero que nadie se corte, ninguno va a tomarse la molestia de buscar, leer o interpretar esos datos nuevamente; más cómodo resulta que nos den todo pre masticado, fast food intelectual, el Macflamenco con el siguiente menú especial:

“Esto es falso porque no se ha podido demostrar que es verdadero, o es cierto porque nadie ha demostrado lo contrario”.

O la de:
“Esto es cierto porque lo digo yo (o lo dice Fulanito), y yo soy (o Fulanito es) más listo que tú porque nadie ha demostrado lo contrario”.

Y como no se puede demostrar la ausencia de nada, mucho menos de la verdad, así queda la cosa. Entonces cuando te dicen que el macho grande de la guajira procede de una antigua canción gallega que el bisabuelo de Silverio cantaba en la ducha, si no puedes desmentirlo, más te vale prestar atención, amigo.

(Lo cual no quiere desí ná, ya que se trata solamente de la opinión personá der qu’escribe, que verdea una y otra vez…)

Arzapúa


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