'Aguate, que voy por porro': La globalización del flamenco

Víctor Rojas, hermano de Pastora Imperio, guitarrista limitado pero sin duda entre los gitanos con más gracia que he conocido, solía decir ante un café ?aguaíllo?: “Esto es aguate, que voy por porro”. Y nunca supo nadie lo que realmente significaba, excepto que el café de marras no valía un duro. A veces esa frase aparentemente sin sentido me viene a la mente cuando contemplo el panorama actual del flamenco.

 

¿Quién no ha visto los concursitos de jóvenes y jóvenas llorosos, abrazándose unos a otros cuando alguno de sus nombres se menciona? Son guapos, eso sí no puede fallar…y ellas suelen llevar los ombligos al aire, que eso viste mucho y da 'catego'. Luego, a cantar el escogido/a algo que recuerde a….'alguien'… pero ese 'alguien' tiene que ser norteamericano y, de ser posible, la forma de vocalizar la letra tiene que recordar a esos latinos nacidos en US…ya sabéis…'you quierou quey me besses…'…y carajadas por el estilo.

La cuestión es que todo, absolutamente todo, suene igual, tanto si es de España como de Melbourne, de Sevilla o de Dakota del Norte. Es la homogeneización total y absoluta, y urge perder las señas de identidad. Mientras que, por una parte, los pueblos se van haciendo más absurdamente nacionalistas, por otra, la música, sobre todo la cantada, se convierte en una fórmula previsible, predecible, aburrible… Seguramente da mucho dinerito, que al fin y al cabo, es lo que importa. Los medios ensalzan, aplauden, dan coba al por mayor. Se ve que deja lo suyo…¿será eso parte de la tan cacareada “globalización”?

Cuando dentro de unos años no se pueda distinguir si una canción es de Canadá, Ecuador, Francia, Turquía o España, es decir, cuando se haya alcanzado la fusión más absoluta, seguramente veremos, o verán las próximas generaciones, un regreso a 'las raíces', ese término tan conveniente para usarse cuando deja provecho, esas señas de identidad que hay que explotar cuando dejan beneficios. Las masas, esas masas anónimas, manipulables, explotables hasta el cansancio, volverán de nuevo a comprar, consumir, llorar o reír con lo que los medios les digan que es bueno, lo que está “in”, lo que “se lleva”, lo que “está barriendo en todas partes”.

Victor Rojas

La música, sobre todo la cantada, se convierte
en una fórmula previsible, predecible, aburrible.

Resulta lastimoso ver como un arte decantado en por lo menos un par de siglos, el flamenco, se ve afectado por el mismo fenómeno. Oír a cantaores o cantaoras, espléndidos en lo suyo, hacer algo que les queda como al proverbial cura el par de pistolas, es pa' comer cerillas. Que las discográficas los presionan. Sí. Que lo que deja pasta es el cante o la cancioncita acompañada por flauta, tambor, violín, etc. También. Que todos tienen derecho a ganarse el pan como mejor les convenga. Desde luego. Pero que una gran mayoría está doblando las manos y entrando al aro es un hecho incontrovertible, y es lo que da pena.

 

No se pregona aquí que haya que seguir cantando como hace cincuenta años, ni decir las letras que, lógicamente, quedan fuera de sitio a estas alturas. Las primeras grabaciones que conocemos, esas de principios del siglo XX, se diferencian bastante de las grabaciones de los años 70. ¿O no? El cante fue cambiando, el toque también, pero no dejó de retener esas raíces, esas señas de identidad. ¿Por qué ahora hay que introducir elementos tan radicalmente ajenos? El resultado es como empezar a echarle agua a un café cargadito…que acaba por diluirse y queda como agua de calcetín. ¿Es esto la globalización, también en el flamenco?

(-¿Y a usté qué le importa tó eso?
-Pues lleva usté razón…¿qué me importa? Ni vivo d'eso, y tengo los discos y grabaciones que me gustan, pacuchalos cuando quiera, o puedo elegir a quién ir a escuchar, mientras viva…
-'Tonse cállese usté ya, saborío, y deje que los jóvenes vivan a su aire, como usté mismo lo hizo cuando lo era…
-Vale, hombre, vale…tampoco se ponga así, que esto es solamente la opinión personá de un viejo tocaó, eso es tó…)

 

Arzapúa

Columna de opinión ke bajo ningún consesto representa la del jefe

 

 


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