“El Orobroy lo toco ya de prestado”

Dorantes - El tiempo por testigo

Dorantes - El tiempo por testigo

Sara Arguijo

El pianista David Peña “Dorantes” pone a “El tiempo por testigo” en el disco que acaba de lanzar al mercado y donde revisa algunas de sus composiciones míticas junto al bajo de Francis Posé y la percusión de Javi Ruibal.

Lebrijano, miembro de una de las dinastías fundamentales para entender lo jondo y  creador de algunas de las composiciones flamencas más universales de nuestro tiempo, David Peña Dorantes gasta porte de noble dieciochesco y hace gestos de maestro japonés, agachando la cabeza en cada uno de sus continuos agradecimientos. 

A esta imagen inofensiva le acompaña una voz recogida que invita a la calma y un discurso humilde que hace que el interlocutor se olvide al momento de quién es o de lo que ha hecho y, así, pasa desapercibido. Su mujer, que le acompaña en la entrevista, cuenta de hecho cómo en un viaje de tren le empezó a sonar en el móvil la melodía de ‘Orobroy’ a quien iba sentado junto a Dorantes y en ningún momento sospechó que fuese él su creador. “Total yo ya lo toco de prestado”, bromea él cuando le preguntamos por la trascendencia del tema que ahora protagoniza la campaña de promoción turística de la Diputación de Sevilla.

Sin saberlo, la anécdota ilustra a la perfección la actitud del pianista y también su modo de entender el arte. Porque, lejos de los vacíos y arcaicos dictados del “artista hay que serlo y parecerlo”, lo que a él le importa es básicamente sentir. Y sin más aspiración que esa, este Peña criado en pueblo de gitanos rubios y ojos azules logró meter el piano en su casa y  llevarlo después por todo el mundo.

Ahora, veinte años después de su primer disco y admirado por todos los grandes dentro y fuera de lo jondo, David se enfrenta de nuevo a sí mismo revisitando las composiciones que más han significado en su carrera en ‘El tiempo por testigo’, el nuevo álbum grabado en directo con el que hará una gira internacional de la que no recuerda países ni fechas. Lo hace, eso sí, con la libertad del directo, la tranquilidad de llevar de escuderos a Francis Posé (bajo) y Javi Ruibal (perscusión) y la sabiduría que dan los años…

-¿Cómo ha trabajado los temas para hacerlos sonar distintos?

-Primero desde la libertad, perdiendo el miedo a la improvisación, a la impronta, al estudio. También a equivocarte. Lo que hemos tratado es de no pensar en la estructura musical, sino en sentir. Además con Posé y Ruibal la conversación es muy fácil, fluye sola. El disco lo grabamos durante una semana en mi casa así, charlando y conviviendo. 

-Haciendo esta revisión, ¿considera que el tiempo ha sido benevolente con sus composiciones?

-No sé si benevolente pero lo que está claro es que por mi recorrido no soy el mismo músico. Por eso cuando los escucho noto que tengo muchos brochazos y matices diferentes al Dorantes de cuando empecé. Más madurez, más conocimiento del lenguaje musical y más libertad. Creo que todo eso se nota. Además ahora compongo de un modo más consciente, con un objetivo, el de contar lo que me pasa y que ocurre. 

-En el álbum resume su trayectoria en estas siete obras pero, ¿cómo lo haría en palabras?

-Pues como un recorrido muy feliz. Estos años los he vivido con mucha ilusión, con ganas de superarme, de crear cosas nuevas e ir transformándome.

-Porque ¿cuál ha sido su principal lucha con el instrumento?

-El peor enemigo de un músico no es el instrumento, sino uno mismo. Es evidente que se requiere una gimnasia, una técnica, pero eso se consigue con horas. Lo peor es la parte psicológica. Pensar que un día eres muy buen músico y al siguiente el peor. Aunque incluso este punto masoquista me gusta. Es interesante porque es lo que te hace superarte.

-En el álbum incluye también tres composiciones nuevas, ¿qué camino busca Dorantes?

-La búsqueda no es otra que buscar. La realidad es que a veces no sabes lo que vas a encontrar pero hay que estar en ello. Así me ha surgido, por ejemplo, la idea de la máquina de escribir porque me gusta mucho ese juego que está tan intrínseco en el flamenco. Como me contaba mi padre que hacía cantando los días del calendario a compás. 

-Esto que sigue encontrando en sus raíces contrasta con quiénes sostienen que a usted se le ha quedado corto el flamenco…

-El flamenco como identidad está por encima de mí y de todos los intérpretes. Para nada se me queda corto, es mi vida, mi niñez, todo. Jamás se me va a quedar corto ni a mí ni a nadie. Y cuanto más me relaciono con otras músicas más me doy cuenta de su riqueza. Distinto es que como músico no me guste estar sólo en un lugar y necesite mirar a otros horizontes. 

-Hablando de su infancia, aquí incluye ‘Barejones’, dedicado a su Lebrija natal…

-Barejones es una barriada que está al lado del campo, con unos trigales preciosos. Allí he vivido fiestas con toda mi familia, con mi tío El Lebrijano, Fernanda y Bernarda de Utrera, mi tío El Turronero, Pedro Bacán… un montón de artistas conocidos y no conocidos. Es un sitio mágico donde he mamado el flamenco todo los días y sentía muchas cosas. 

-Hace poco el Concurso de Cante Jondo de Mairena reconocía la trayectoria de su padre ¿Cómo le ha marcado en su carrera?

-He tenido la suerte de tener un catedrático en casa. Nuestras sobremesas eran lecciones sobre el flamenco, la historia de nuestra familia, y aún todavía lo sigue haciendo cada vez que nos reunimos. Eso es una bendición y un orgullo porque es muy importante que haya quienes se encarguen de transmitir todo eso que no está escrito. Por tanto, ha hecho una labor esencial y yo seguiré haciéndolo con mis hijos.

-¿En qué momento se da cuenta que es el piano su instrumento?

-Ante todo siempre he sido músico, me gustaba jugar con los sonidos, crear y componer desde pequeño. No es que me diera cuenta en ningún momento lo que pasa es que el sonido del flamenco me enamoró. Me gustaba tocar la guitarra pero el piano me permitía entrar en un trance, conseguía hacerme sentir cosas increíbles. 

-¿Le preocupó en sus inicios sacarle pellizco al piano?

-No demasiado. Estaba en el conservatorio tocando cosas de Bach y sin embargo se me notaba ya el pellizco flamenco porque, claro, acentuaba cada dos por tres y lo llevaba a mi terreno de una forma natural. Es mi lenguaje.

-¿Qué es lo que más le castiga como músico?

-Cuando tienes una idea en la cabeza y no sale. Ese momento es muy duro porque crees que eres muy malo y que te tienes que dedicar a otra cosa. Además no sabes por qué pasa y tampoco espero saberlo nunca… luego de repente sale algo y compensa. 

-¿Sentirse referente del piano flamenco presiona?

-No me paro mucho a pensar en eso, de verdad. Lo que hago es disfrutar de mi trabajo diario. Procuro centrarme mucho en mí, en mi preparación para pasar el menor tiempo posible sufriendo en el escenario. Me gusta que el piano coja en su sitio en el flamenco, claro, pero más por el flamenco que por el piano. Porque así es más libre. 

-Por último, ¿qué cree que no debería perder nunca un músico?

-La ilusión. Es muy importante no caer en el oficio frío y mantenerte como un niño chico, con la misma curiosidad, la misma inocencia y la misma capacidad de emocionarte con cualquier cosa que aparezca nueva.

-¿Y qué es lo que le más le satisface?

-Sentir que han sentido, pensar que he sido capaz de motivar algo. Eso es lo que más me gusta y para eso soy músico.

 


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