Entrevista a Alfredo Lagos

Alfredo Lagos

Alfredo Lagos

Texto: Silvia Cruz

El guitarrista jerezano lanzará en breve su primer trabajo discográfico.

“Me gusta la guitarra más que cualquier otra cosa”

Cuántas veces se confunde a un tímido con un hombre introspectivo. Ese es el caso de Alfredo Lagos, que suscita esa confusión entre quienes no le conocen. Los que lo tratan de cerca, sin embargo, hablan de él como un hombre “para adentro”. Israel Galván lo define con más contundencia: “Solitario”, dice el bailaor sevillano del guitarrista, “tipo Paco de Lucía, con la guitarra siempre al lado.” Alfredo, sin embargo, huye de la comparación con el de Algeciras, por un pudor que en su caso, suena sincero. “Yo no me ‘escondí’ tras la guitarra, como decía el maestro de sí mismo. A mí me gusta la guitarra más que cualquier otra cosa”, confiesa y añade que tampoco habría podido dedicarse a otra disciplina porque le gusta cantar, pero no tiene voz y asegura muy rotundo que si se pone a bailar, lo meten preso. 

Le quita peso a la timidez que gasta y dice que un artista tiene que salir de la zona de confort, arriesgarse y experimentar. Por eso, a pesar de que ama Jerez y vive a gustísimo allí, está planeando mudanza a Madrid para aprovechar las ventajas de la capital ahora que va a salir su primer disco. “La gente está ansiosa y eso me tensa pero es una buena señal. Ya está grabado, mezclado y masterizado.” Lo ha gestado ahora, pasados los cuarenta, porque un disco es, dice él, como un hijo: “Salvando las distancias, llegan cuando llegan.” Sobre la paternidad no se ha decidido aunque asegura que empieza a planteárselo de otro modo. “Nunca me he visto preparado pero quizás ante de que se me pase del todo el arroz me decido.” Si le pasa como con los álbumes, quizás le vengan las criaturas tarde pero de dos en dos, pues informa de que ya está preparando el segundo trabajo discográfico. “Y anuncio que no tendrá nada que ver con el primero.”

Nombrarle a su familia es nombrarle el amor, lo tiene claro. “Es lo único verdadero que tenemos. Sé que cuando mi madre y mis hermanos me abrazan, ahí hay amor verdadero. Y que si me hiciera falta un riñón, me lo darían. ¿Hay algo más importante que eso?” 

Sabicas, Morente y Márquez, entre sus favoritos

Al hablar de su familia, hablamos de David, su hermano cantaor. Pero en esta ocasión, es el pequeño quien habla del mayor y afirma que para describirlo no puede desligar al artista de la persona: “La música de Alfredo refleja exactamente como es: fuerza envuelta en ternura.” Destaca también su capacidad interpretativa, su técnica y el hecho de que no se preocupa demasiado en llevar las cosas preparadas al cien por cien. “Ese margen de improvisación en la escena, a veces me descoloca y a veces me lleva a la gloria cuando lo oigo.” Habla el hermano, claro, pero también el cantaor, que canta tan a gusto con Alfredo al toque que le es imposible ocultarlo.

David colabora en el primer disco de Alfredo, como también lo hacen Israel Galván y Estrella Morente. A pesar de lo inútil o imposible de elegir cantaores, Alfredo entra en el juego y cita a la granaína, a la que considera la “artista más genial en sentido amplio” y se refiera a ella como “mi palitroca.” Como no se le permite citar a su hermano, se decanta por otra mujer: “Mi adorada Rocío Márquez, con quien compartí su primer disco y que lleva, merecidamente, una magnífica carrera.”

Al preguntarle por un disco que lo vuelva loco, se lo piensa algo más, pero elige “Viviré” de Camarón y “Omega” de Enrique Morente. Al pedirle un guitarrista, hace notar que es imposible escoger y como sabe su elección puede situarlo en un lugar o en otro, cuando él lo que quiere es ser Alfredo Lagos, da una respuesta más diplomática:  “Si me fuera a una isla desierta, seguro que uno de los discos que no me olvidaría sería alguno del maestro Sabicas.” Lo dice y se retrata, pero sin estridencias. 

Sobre Paco de Lucía

Dice Israel Galván de Alfredo Lagos: “Ser un guitarrista flamenco no gitano en Jerez, y no reconocido por los flamencos de Jerez, ha hecho que tenga que abrirse al mundo, y eso lo ha hecho especial.” Israel sabe lo que se dice porque convive con Alfredo muchas horas, pero lo cierto es que el último Festival de Jerez, Lagos se midió con cinco fieras de la guitarra jerezana y en el Teatro Villamarta no hubo ninguna duda del poder de su sonanta. 

Hay quien al pensar en Jerez piensa en juerga y en estruendo vital. Alfredo es tan jerezano como el que más y más silencioso de lo habitual. En el mismo festival se le pudo ver en más de una ocasión parado en la puerta de algún tabanco, sacando un tercio de sonrisa, no más, hablando poco y con la guitarra colgada del hombro. Se le nota reflexivo y eso se refleja en sus respuestas, con las que sigue un hilo, cierta normalidad y de pronto, coloca al interlocutor ante un hallazgo. Un chispazo, una reflexión o una palabra que hacen que la entrevista deje de ser tan normal. Le ocurre igual a su toque: es fino y superdotado, alejado de lo evidente.

Al comprobar si ciertas cosas que se han escrito de él en otras entrevistas tienen algo de verdad, descubrimos ambos que algunas son ideas que transmitió el De Lucía. No son suyas, no las reconoce como tales y aunque sería fácil hacerlo, no se las apropia. ¿No será que el flamenco va loco buscando quien supla su falta? Él tiene clara la cosa: “Ocurre en todos los ámbitos: cada cierto tiempo aparece un ser genial que rompe lo establecido al que todos adoran y veneran porque lo merece pero también en parte porque lo necesitamo. Lo que pasa es que cuando aparezca otro de ese calibre no será en el sentido en que nos acostumbró Paco.” Su reflexión va más allá. Alfredo cree que nos apena pensar que se puede desbancar al gran maestro, sobre ahora que su muerte está tan reciente y aún se le llora. Pero él está seguro de que antes o después ocurrirá el relevo. 

Acompañar, con sentido; componer, cuando surge

Alfredo no elige entre las distintas facetas de su labor como guitarrista. Dice que componer sucede cuando sucede, que no se pone, que a veces surge algo y va tirando del hilo. Le gusta acompañar. Pero matiza: “No me gusta el acompañamiento al uso, el que a todo el mundo se le viene primero a la cabeza: no he visto al cantaor en mi vida, pero me canta una soleá y se la toco porque conozco mi oficio. Ese no me interesa tanto.” Le gusta el acompañamiento que está al servicio de la voz y “hacer más interesante lo que está queriendo decir esa voz. “Eso sí me emociona. Pero para eso no conozco a tantos cantaores, también tengo que decirlo.”

¿Y cómo fue acompañar a Luis de la Pica? “No me acuerdo mucho”, dice con modestia y sin querer estirar una historia que los años han diluido. “Recuerdo que me trató muy bien, que era muy particular y que todo el mundo lo quería. Y como artista era lo que todos queremos ser: libre.”  No estamos frente a frente pero en esa respuesta intuyo que no saca ni su tercio de sonrisa. En la rotundidad de sus palabras hay un aire de campo, ese en el que trabajó su padre casi toda su vida. “Ya en los últimos años trabajó en una fábrica de tapones de botellas de vino”, explica y recalca lo mucho y duro que pencó su progenitor, que le pedía que además de tocar, estudiara. “De todos modos, fue él quien pagó mis clases de guitarra durante varios años. Creo que, en el fondo, algo confiaba en mi.”

Hay gente que pasa haciendo mucho ruido por la vida. En los artistas además, es habitual que eso suceda. Alfredo, sin embargo, es de otro corte. La anécdota de infancia que aporta su hermano Lagos da otra pincelada de su manera de ser. “ Con 8 y 9 años actuamos en un concurso de cante. Yo memoricé el tono con el que tenía empezar y mi hermano me pedía que no lo perdiera. Pero al empezar la actuación, me hicieron unas preguntas y olvidé el tono.” Cuenta David que Alfredo, sin decir nada, transportó los tonos para que no se notara, pero claro, eran los dos muy críos y la empresa no era fácil. “Tocó muy flojito y yo me preguntaba: ‘¿Por qué toca tan bajito?’ Cuando me preguntaron qué había pasado, lo culpé diciendo que había tocado muy bajo. Luego, a solas, me miró y me dijo: ‘Has salido en otro tono, así no se puede tocar.’” ¿Por qué destaca David esa historia de su niñez junto a su hermano? “Porque ya entonces era capaz de improvisar y sobre todo, porque me arropó como pudo y se sacrificó.”


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